Los asesinos de Francisco Javier Arana y algunos “historiadores” que se citan unos a otros entre sí como “fuente fidedigna” ¡Vaya forma de escribir historia! crearon la patraña de que Francisco Javier Arana habría sido destituido del cargo de Jefe de las Fuerzas Armadas el 18 de julio de 1949, el día en que fuera asesinado y que sus asesinos ejecutaban una orden de aprehensión en su contra. Para terminar de una vez –y por todas– con esa “histórica” patraña hube de emplazar a los asesinos y a los “historiadores” –ampliado el emplazamiento a todo aquel que pudiera responderlo– para que nos pusieran a la vista el supuesto decreto de destitución, lo que nadie pudo hacer (ni podría hacerlo nunca) puesto que jamás existió decreto semejante.
Nunca se destituyó a Francisco Javier Arana del cargo de Jefe de las Fuerzas Armadas y –cuando se le asesino– se asesinó al Jefe de las Fuerzas Armadas del Ejército de la Revolución, asesinato que asesinó, también, a la revolución misma, a partir de aquel asesinato, sesgada y caricatura de sí misma. El emplazamiento terminó con la patraña y asesinos e “historiadores”, historiadores, entre comillas, quedaron, además, de lo que eran, –asesinos e “historiadores”– como viles mentirosos. También les emplacé para que nos pusiera a la vista la orden de detención en contra de Francisco Javier Arana, emplazamiento al que tampoco pudieron responder por idéntica razón, jamás existieron, ni la orden de captura, ni el decreto de destitución.
Pues bien, me parece oportuno hacer uso –una vez más– de este eficaz instrumento, el del emplazamiento, para emplazar esta vez a todos aquellos que crean tener una idea mejor para llegar a un acuerdo final con respecto al reclamo de nuestros derechos territoriales, insulares y marítimos en contra de Belice que el de someterlo al conocimiento y decisión de la Corte Internacional de Justicia. tribunal a cuyo fallo –si lo hacemos– quedaremos sometidos. Emplazamiento para que nos compartan esa idea lo antes posible –tuvieron muchos años para hacerlo y, de igual forma, quienes estiman inconstitucional la Consulta a celebrarse que hagan uso –lo antes posible– de la acción de inconstitucional que corresponda para que la Corte de Constitucionalidad –si es que existe– la declare. (Tuvieron diez años para hacerlo).
Se ha presentado ya una acción de inconstitucionalidad en contra de la Consulta acción presentada, por cierto, por abogados que no son partes de los grupitos de “expertos” a los que he aludido y que no vociferaron sobre el tema sino que actuaron, estando en su pleno derecho de hacerlo y que, al accionar, permitirán que se zanje toda duda sobre el tema: ¡Cuán importante es el uso de las instituciones y de las vías de la ley para lograrlo! Errados, o no, en su derecho y debemos congratularnos de que lo hayan hecho. El emplazamiento, sin embargo, se sostiene para que lo hagan los “expertos” que, como “expertos” tuvieron diez años –reitero– diez largos años para accionar de inconstitucionalidad si consideraban inconstitucional el acuerdo logrado de someter nuestro reclamo territorial, insular y marítimo a la decisión final de un tribunal, y se sostiene, así mismo, para que indique en la vía alternativa o vías alternativas que proponen, vías ajustadas a la ley y que sean viables, fundamentando ambos extremos; su apego a la ley y la viabilidad de las mismas.
Belice ha convenido con nosotros hacer uso de la vía judicial, ejercitada ante la Corte Internacional de Justicia, para que conozca este tribunal cualquier reclamo nuestro en su contra, territorial, insular o marítimo y bueno es saber que para acudir a tribunal, sea este de Derecho o de equidad, a arbitraje o a mediación, se precisa de la aceptación de ambos Estados: Lo que se someterá a Consulta Pupular el domingo 15 de abril fue aceptado por ambos. Este emplazamiento, al igual que aquel, el del asesinato de 1949, no implica coba alguna y no es sino mi más ferviente deseo que –para bien de todos– si alguien puede responderlo y aportar algo que pudiera ser mejor, que lo haga. Hubo un momento en que –sin preparación alguna de nuestra parte–traición– se quiso llevar nuestro reclamo a juicio, para perderlo. Olvidar la sentencia del Martín Fierro, “Desunidos los de dentro, les devoran los de fuera”, también podría constituirla.