En nuestro actual sistema, ninguno se encuentra cómodo, ni representantes, ni representados, siendo muy fácil comprender la razón de que esto ocurra ya que los electores, los representados (los supuestamente representados) no saben quién es SU diputado y los diputados, los representantes (los supuestos representantes) tampoco quiénes son SUS, electores y, en consecuencia, cuáles son los intereses, los principios y los valores que deben defender.
Pocas cosas son tan difíciles como ejercer la representación de otra persona, actuar en nombre suyo como lo haría ella misma.Hacerlo, como lo haría. Decir, lo que diría. Votar, tal y como por sí misma votaría.De eso y no otra cosa –lo hemos olvidado– es de lo que se trata el Congreso de la República.
Cuando este se reúne es como que si el propio pueblo se encontrase reunido: Definir presupuesto y leyes, ejercer el control político. En el sistema actual –por eso es que el sistema que nos parece agotado y lo está– los habitantes no llegan a comprender quién los representa ni el diputado, por su parte, a quiénes está representando, siendo tan amplio el universo de sus representados que, a la postre, a ninguno representa.
Creemos –acto de fe– que todos los diputados nos representan, siendo esta la mejor forma de que ninguno lo haga y piensa el diputado que representa a todos, siendo esta la mejor forma de que a nadie represente. El problema de nuestro sistema se trata de un problema constitucional que sólo puede superarse con la reforma de la propia Constitución Política de la República y. concretamente, de su artículo 157, artículo que establece el listados nacional de diputados (el elector vota por un inmenso listado), representantes los diputados “nacionales” de los ciudadanos de toda la República, siendo el que establece, también, que los distritos electorales sean excesivamente grandes, haciendo que cada departamento sea un distrito con excepción del departamento de Guatemala que da origen a dos, el de la ciudad de Guatemala y el del resto de municipios, inmensos los dos –distritos inmensos– , con listados inmensos de candidatos lo que lleva a que los electores no lleguen a saber quién es SU diputado ni pueda este conocer quienes son SUS electores.
El problema de los distritos grandes –sistema establecido por el artículo 157 de la Constitución de la República– es que implica que las candidaturas se presenten por listados y que el elector vote por un listado y no por un candidato específico, SU futuro diputado.
No sabiendo el elector quién es SU diputado, ni el diputado los interese, principios y valores de SUS electores, el elector no se percibe representado en el Congreso, ni lo está, ni son conscientes los electos de lo que están representado.
Este cáncer hace que no funcione el sistema de premios y castigos: Premio de reelección que darían a SU diputado, los electores, si fiel en la representación ejercitada o CASTIGO de no reelección, si infiel en su ejercicio.
A esto se suma que las elecciones son cada cuatro años (demasiado tiempo, mejor dos) y que los partidos políticos tiene el monopolio de la postulación de candidatos (mejor que puedan postularse quienes quieran) ¿Solución? La reforma del artículo 157 de la Constitución, el presupuesto y las leyes, la fiscalización política, en manos de todo elector a través de SU diputado. ¿Sabe Usted quién es SU diputado?