Del 20 de octubre de 1944 al 15 de marzo de 1945, nunca, al parecer, estuvimos,tan unidos.Existen dos grandes figuras de la revolución de octubre de 1944 que se ha pretendido borrar de la “memoria histórica” por aquellos que esclavos como lo son de sus sesgos ideológicos– a han tergiversado.
Lo más grotesco de todo esto es que se ha tratado de ignorar, nada más y nada menos, que a la figura clave de ese movimiento y de sus logros, Jorge Toriello Garrido, el Ciudadano –Ciudadano, con mayúsculas– expresión viva de la sociedad civil de aquella época, dinámico y emergente comerciante, el único miembro civil de la Junta Revolucionaria de
Gobierno. ¿Es tal la tergiversación que hacemos de la historia que nos negamos a aceptar que en esa justa haya sido un civil, determinante?
La otra figura que se pretende olvidar es la del Mayor, después Coronel, Francisco Javier Arana, líder militar del movimiento, un oficial de línea –venido desde abajo– y que se inició en lo militar, como soldado.
La Junta Revolucionaria de Gobierno también fue integrada por otro de sus líderes, el entonces Capitán –Coronel, después– Jacobo Árbenz.
Aquella Junta –la Junta Revolucionaria de Gobierno– en escasos 147 días del 20 de octubre de 1944 al 15 de marzo de 1945– fue capaz de generar algo que hoy nos pareciera poco menos que imposible: Que se eligiera libremente ¡Las primeras elecciones libres de nuestra historia! se instalase y concluyera su trabajo, una Asamblea Nacional Constituyente ¿Su fruto? La Constitución de 1945, Jorge García Granados, Presidente de la Asamblea y de la Comisión de los Quince: Autonomía municipal, autonomía universitaria, seguridad social, entre otros de sus logros. Convocatoria y celebración de elecciones generales y libre elección por el voto popular, del Presidente Juan
José Arévalo Bermejo así como de diputados al Congreso (La Asamblea) y toma de posesión de los cargos.
¡147 días fueron suficientes, ciento cuarenta y siete días que me he permitido calificar, como de gloria!
Vale la pena reflexionar, próximos ya a la conmemoración de esta fecha que en la Revolución del 20 de octubre, a pesar de sus aciertos, estuvo ausente la población indígena, como siempre lo ha estado y –así– de su dirección y de sus fines.
Es un momento adecuado, también, para que reflexionemos en cuanto a que a nada bueno pueden llevarnos las mentiras y que negar a Francisco Javier Arana y a Jorge Toriello, es mentir, como mentir sería, la negación Árbenz.
Para que podamos ser capaces de forjar una Guatemala distinta debemos ser capaces de vernos –seriamente– en el espejo. ¿Cómo pretender, si mentimos ¡Si nos mentimos a nosotros mismos! que podamos comprendernos?
¿Podría haber algún futuro sin esperanza y sin perdón? Pienso, además, no sólo en los héroes negados, sino también en los anónimos, “Las estrellas, en el cielo, son las estrellas que vemos, pero también hay algo más, algo que no podemos ver y
–sin embargo– que está allí.” (Juan Kalel, en El Boxeador Polaco –The Polish Boxer– de Eduardo Halfon).
Y cómo no pensar, también, en el 18 de julio de 1949 en el asesinato de Francisco Javier Arana: El asesinato de la Revolución de Octubre.