El ser humano es lo único que importa su protección, la razón de ser misma del Estado –su única razón de ser– pero parecería ser lo que menos nos importa y, así, mientras algunos se afanan por la renuncia de los diputados y del propio Presidente ¿Para qué? ¿Para que asuman quiénes? ¿Para hacer qué?
¿Qué sería que habría de venir tras conseguirlo? ¿Por emanación espontánea, el paraíso?
¡Por favor!
Y, así, en tanto unos se afanan por aquello, otros nos afanamos –más conscientes, pero también inconscientes (inconscientes de lo inmediato)– por formular propuestas de fondo como la que reiteradamente he formulado – la de los Distritos pequeños, la única que puede llegar a cambiarlo todo puesto que cambia la forma de elegir a los diputados que integran el Congreso y, al hacerlo, logra que cambie el Congreso, en manos suyas –en las manos del Congreso– la emisión de las leyes y la definición del presupuesto.
Mientras unos y otros nos afanamos en estas discusiones, aunque esta última sí tenga sentido –propuesta, como es y de toral importancia– nuestra tragedia diaria continúa lacerante: la educación tan mala, como siempre o, incluso (siendo los avances tecnológicos más veloces cada día) peor que antes y, así, la desnutrición y la enfermedad, reproduciéndose como una inevitable tragedia el circulo vicioso: enfermedad e ignorancia, determinantes de miseria y la miseria determinante de enfermedad y de ignorancia.
Nosotros, hablando y hablando y el círculo terrible –inamovible– allí ¡Aunque no queramos verlo!
La hermana República de Costa Rica, por el contrario, con su círculo virtuoso: Salud y educación, determinantes de riqueza; la riqueza, determinante de salud y educación nuestra hermana cada vez más adelante que nosotros. ¿Envidia? Sin lugar a dudas, pero envidia de la buena: Contento mi corazón, por ella.
Lo que importa es el ser humano y de una u otra forma lo olvidamos.
¿Cambiarlo todo para que nada cambie?
¿Qué tal si hacemos un alto en el camino?
El Congreso de la Republica ha aprobado, finalmente, la ley de refacción escolar y fueron los mismos diputados “malos” los que lo hicieron. ¿Capaces, entonces, de bondad?
¿Capaces del mal pero, también, del bien?
Un necesario alto, en el camino.
Si nada es posible, sin el Congreso ¿Por qué no contar con el Congreso? ¿Es que, acaso, no existe redención?
No se trata de sentarse con los escarnecedores ¿Quién, sin embargo, en todo caso, se encuentra libre de culpa y dispuesto a arrojar la primera de las piedras? sino de hacer todos el camino y construir, todos, una patria distinta.
Es preciso que el pueblo se perciba –y que esté en el Congreso– sistema de distrito electorales pequeños (reforma del artículo 157 de la Constitución) y que ya percibiéndose –y estando en el Congreso– en sus manos el presupuesto y las leyes, re ordene o ¡Llámesele como se quiera! refunde el Estado.
De momento –alto en el camino– más importante que todo lo anterior –que las alharacas e incluso que el importante planteamiento, toral, el de los distritos pequeños– al menos de momento DE INMEDIATO ¡Ya era hora! la refacción escolar.