Una cosa es impedir que pase un antejuicio inconsistente y político y otra, muy distinta, la reforma que se hizo de las leyes.
El Presidente del Congreso de la República, buen ejemplo, hombre sencillo y de equilibrio, afable, serio y buen conciliador, votó en contra del antejuicio –antejuicio inconsistente y político– pero así como votó en su contra, también lo hizo en contra de la torpe y desafortunada reforma que se hizo de las leyes.
Una cosa –decía la simpática sentencia popular– es Juan Domínguez y otra, muy distinta, no me chingues.
Pues bien, muy bien fue lo que hicieron tanto el Presiente como aquellos diputados que votaron en contra del antejuicio puesto que la forma misma en que fuera presentado, conferencia de prensa –luz, cámara, acción– lo estigmatizó, desde un principio.
¿Quién podría quitarle, tras semejante show, el indeleble sello de político?
¿No fue, acaso, una decisión política la de presentarlo en la misma fecha y a la misma hora en que el Presidente de la República se encontraría en la Organización de las Naciones Unidas?
¿Acaso, una mera coincidencia? ¡Por favor!
¿Y no fue, acaso, una decisión política, presentar el antejuicio con bombos y platillos?
Si no era eso lo que buscaban los acusadores, tal fue lo que lograron, hacerlo político y espurio.
Bien fue lo que hicieron aquellos diputados que votaron en contra del antejuicio puesto que no es creíble –además– que de no haber gato encerrado en el asunto no se hubiera procedido en contra de aquellos que no gozan de antejuicio.
¿Gozan de antejuicio, acaso, la Contadora y los miembros de la Comisión de Finanzas del Partido?
¿Por qué no se procedió en su contra, si nada lo impedía, asunto que nada tiene que ver con la inmunidad del Presidente?
Al menos, bastante sospechoso… ¿No le parece?
Pero, además, existía otra poderosa razón para votar en contra y es que la responsabilidad penal de toda persona jurídica se encuentra plenamente establecida en el Código Penal no siendo necesariamente responsable –tal la norma general, norma carente de dedicatoria alguna– el representante legal de la misma sino aquellos sin cuya participación no hubiera podido producirse el hecho.
Mal, pero que muy mal, por el contrario, lo hecho por aquellos que, precipitadamente, reformaron el Código Penal.
Tal y como lo hizo en contra del antejuicio, votó el Presidente del Congreso en contra de la reforma realizada e hizo, así, en los doscasos, lo correcto.
Inoportunas, torpes, desafortunadas y malignas, incluso, las reformas; como torpe, desafortunado, e incluso maligno, el antejuicio.
El derecho de antejuicio no es renunciable no lo podría renunciar el Presidente, aunque quisiera ¡Abundan necias afirmaciones en contrario! puesto que no se trata de un privilegio personal sino de la protección de la ley para la función ejercitada.
Se debe tener el debido discernimiento en este tema para no caer en el error –no es lo mismo Chana que Juana– y, así, asimilar, equivocadamente, lo que es el rechazo del antejuicio con lo que fueron las burdas reformas
realizadas, peras y manzanas.