El desempeño de la función pública a través de un puesto de elección popular o de designación, debería ser un orgullo y una extraordinaria oportunidad para contribuir al desarrollo de la sociedad. En nuestro país –y recalco– en nuestro país, la historia es otra, es muy difícil que personas honorables se animen a ejercer la función pública, lo que provoca un enorme desgaste en la figura del servidor público, algunos con desempeño corrupto e ineficiente han provocado graves crisis en la participación de los mejores para los puestos públicos.
Es difícil que las personas más calificadas participen en cargos públicos, y si lo hacen, están claros que se están arriesgando al señalamiento, estigma y a los riesgos jurídicos que quedan por 20 años, después de finalizado el cargo. Sumémosle a esta situación, la continua presentación por los medios de comunicación de casos en las que están involucrados los más altos dirigentes de la clase política, lo que nos deja ver al desnudo la crisis del sistema político nacional. Tenemos en la cárcel funcionarios de alto nivel, acusados de diferentes hechos en los cuales se les involucra de enriquecimiento ilícito, cobro de coimas, comisiones por otorgamiento de obras etcétera. Esto es una oportunidad para replantear el camino a seguir en la política nacional. En la sociedad ha habido en algunas personas la idea, que quien llega a un cargo público debe aprovechar a hacer sus centavos, de lo contrario, es un tonto, en otras palabras, debe saber hacerlo. Durante su estancia en el cargo y al retirarse el estigma es algo que la persona llevará por siempre.
Para muchos la persona es un ladrón, solo por haber pasado por el desempeño de un cargo público, esa situación lo alejará de la posibilidad de otro trabajo, adicionalmente muchas personas después de haber ejercido el cargo ni saludan al exfuncionario, menos le prestan alguna ayuda. Consecuentemente el alejamiento se convierte en otro aspecto que tendrá que ser parte de lo cotidiano. También se presentan otros costos como el deterioro de la salud, las largas jornadas de trabajo, el no dormir bien, no comer a las horas debidas, el sedentarismo, aspectos que se suman a los problemas señalados y que afectan la vida de las personas que han ejercido un servicio a la nación. La destrucción progresiva de la familia es otro de los problemas en el ejercicio de la función pública, el funcionario ya no pasa tiempo con los hijos y la pareja y conforme los años van pasando, se va presentando un distanciamiento familiar grave, la desintegración familiar, la separación o el divorcio. Finalmente quiero recalcar, no todo profesional que ejerce algún cargo de elección popular o de designación es corrupto, como en todo, hay personas buenas y malas, honestas y deshonestas, no por unos deben pagar todos.
Guatemala necesita que los buenos, los bien formados participen para cambiar el rumbo del país.