La profesión docente no es una que genere grandes ingresos.
El 25 de junio es un día de fiesta para la sociedad, es un día para celebrar,
recordar y agradecer a nuestros grandes maestros. Carl Gustav Jung, lo decía: “Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes, pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos”. Son 73 años de aquel día en que María Chinchilla fue asesinada y, en honor a ella, se fijó esta fecha para recordar y reconocer la labor del maestro. Celebración que lleva implícita la reivindicación del gremio magisterial, de hombres y mujeres, que han decidido dedicarse a una de las labores más dignificantes y satisfactorias que una persona puede realizar; la docencia es la máxima realización humana y social. Es una profesión que dignifica, gratifica y conmueve. Trabajar por y para el desarrollo de otros. Significa entregarse, apasionarse, comprometerse para dar a otros la oportunidad de crecer y lograr sus metas. Ser maestro significa estudiar, prepararse día a día, cuidar y enseñar, tener paciencia con los niños, jóvenes y también con los adultos, madrugar, caminar y viajar; para construir ciudadanía a partir de la formación de generaciones.
Como maestro que soy, la principal satisfacción nunca ha sido lo material, la profesión docente no representa una profesión que genere grandes ingresos, pero sí da lo que ninguna profesión otorga, y es ver la realización en sus alumnos; que alguien los encuentre, se acerque y diga: “Gracias maestro, porque con sus enseñanzas yo logré tener éxito; gracias a sus consejos logré triunfar, gracias por sus correcciones, la disciplina y el ejemplo; todo eso sirvió para que yo triunfara”.
Uno ya no recuerda a las personas, pero ellas nunca lo olvidan. He ahí la frase coloquial que dice: “El buen maestro nunca se olvida y su enseñanza dura toda la vida”. Hay dos tipos de maestros, dice Robert Frost, –aunque yo creo que hay más–: “el tipo que te llena de tanta inyección de miedo que no puedes moverte, y el tipo que solo te da un pequeño empujoncito por detrás y saltas a los cielos”.
En nombre del Ministerio de Educación les expreso mi reconocimiento, valoración y mis mejores deseos para que en el rol que nunca dejarán de ejercer, sigan enseñando a volar a todos sus alumnos. Finalizo con el pensamiento de William Arthur Ward: “El educador mediocre habla, el buen educador explica, el educador superior demuestra, el gran educador inspira”.