Los espacios públicos se han convertido en escenarios de hechos delictivos que contravienen el fin por el que han sido creados.
El caso más familiar es la sensación de inseguridad que experimentamos cuando caminamos por un parque, aun cuando estamos a plena luz del día; en lugar de ser un espacio de interacción y convivencia ciudadana, se convierte en un espacio indeseable de transitar.
En ese sentido, dentro de la prevención situacional del delito, un lugar al aire libre debería volverse una oportunidad para el gobierno local, ya que en la mayoría de poblaciones o ciudades urbanas existe por lo menos un parque o plaza; por ello, un plan de gobierno local, lejos de construir más parques, polideportivos y bibliotecas, debería priorizar la remodelación de los ya existentes, y así implementar la recuperación de las zonas públicas.
Para lograr este propósito, el alcalde cuenta con una serie de ventajas como el acercamiento a redes ciudadanas que, al trabajar en conjunto, permite la construcción de contextos microsociales que generan impacto positivo en los habitantes. Según el informe La prevención situacional del delito en espacios públicos urbanos, existen por lo menos cuatro factores que deberían ser tomados en cuenta.
El primero de ellos es la vigilancia natural, esta consiente que las personas se vean unas a otras, no importando el lugar donde se encuentren dentro del sitio público. Ese es un factor que disminuye de forma potencial la comisión de delitos, es decir, un espacio sin obstáculos visuales es seguro.
Por otro lado, tenemos el refuerzo de lazos afectivos, es decir, los miembros de la comunidad se interrelacionan si se encuentran en un espacio público seguro, lo cual permite que las personas salgan de su zona domiciliar para compartir con los demás.
El tercer factor es el control natural, consistente en colocar barreras para controlar la circulación de individuos ajenos a la comunidad, sin que esto intervenga en la construcción de lazos afectivos. Este factor se ve fortalecido cuando se ha manejado bien el segundo en mención.
Por último, el mantenimiento del espacio público el cual, en primera instancia, corresponde al gobierno local, a través de la buena administración de los recursos y, en segundo plano, el compromiso que automáticamente adquiere la comunidad para cuidar de esos espacios.