La guatemalteca trascendió como una figura del muralismo mexicano.
Aunque Guatemala la vio nacer, fue en México donde Rina Lazo dio los trazos y pinceladas más importantes de su carrera. Desde ese país e instituciones tan prestigiosas como la Secretaría de Cultura, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y la Universidad Nacional Autónoma de México, trascendió el viernes la noticia del fallecimiento de la considerada como última mujer del muralismo mexicano. Acababa de celebrar su 96 cumpleaños y solo un infarto fulminante pudo detener a una maestra que se mantuvo en activo hasta sus últimos días.
Temprana inspiración
Rina Lazo Wasem nació en la Ciudad de Guatemala en 1923. Su madre era originaria de Alta Verapaz y, por eso, desde temprana edad se enamoró de la cultura maya, que se encuentra en muchas de sus obras y que siempre consideró importante transmitir a las nuevas generaciones. Su formación artística comenzó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, pero el momento definitivo llegó en 1945, cuando obtuvo una beca estatal para estudiar en México.
Trazos iluminados
Tan solo tres meses después de llegar a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, Lazo conoció a Diego Rivera. La guatemalteca se convirtió en discípula del artista que la definiría como su mejor ayudante y su mano derecha en obras tan importantes como Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central y el polémico La Gloriosa Victoria.
De acuerdo con el historiador de arte Guillermo Monsanto, Lazo “logró posicionarse en un universo exclusivamente de hombres y transformarse en una personalidad del muralismo mexicano. Como figura femenina de conciencia, representa el perfil del típico revolucionario tanto guatemalteco como mexicano. Lo que hizo en mural, en pintura y en grabado dialoga con las inquietudes de su tiempo”.
Tal es su trascendencia que el INBAL mexicano resguarda en sus diferentes museos piezas como Urnas de la Alameda Central, Árbol de papayas y Corrido del regreso de Diego Rivera del Frente Nacional de Artes Plásticas. Una de sus creaciones más conocidas es su réplica de los murales de Bonampak (Chiapas), que se ubica en el Museo Nacional de Antropología y que refleja su identidad mesoamericana. “Para mí no hay fronteras, México y Guatemala tienen una misma cultura y un mismo gusto por el arte prehispánico, las costumbres y las lenguas”, afirmó la artista durante una entrevista con el Diario de Centro América en 2017.
En Guatemala, la obra de Lazo es escasa y puede localizarse solo en catálogos como el del Museo Nacional de Arte Moderno Carlos Mérida, la Galería El Attico y algunas colecciones privadas, apunta Monsanto. De hecho, su época de mayor visibilidad en nuestro país fue a principios de la década de los 50, cuando creó el mural Tierra fértil, que hoy resguarda el Museo de la Universidad de San Carlos y que, decía, pintó con mucho apoyo de jóvenes artistas perseguidos por la Contrarrevolución.
En Coyoacán
El vínculo de Lazo con Rivera la llevó a también estar muy cerca de Frida Kahlo y de sus alumnos, Los Fridos. Uno de ellos era el pintor Arturo García Bustos (1926-2017), con quien se casó y se estableció en la Casa Colorada, de Coyoacán, en Ciudad de México, el edificio donde, según la leyenda, hace cinco siglos vivieron Hernán Cortés y La Malinche.
En esa residencia, Lazo habitó y pintó hasta su último suspiro. Una de sus últimas creaciones fue El inframundo de los mayas, inspirado en unas cuevas de Cobán, y que, de acuerdo con el INBAL, será exhibido en el Palacio de Bellas Artes antes de partir al museo Mexic-Arte, de Austin, Texas, en EE.UU. Esa institución, además, le tiene previsto un homenaje póstumo, que se realizará en el Museo Mural Diego Rivera.