El arte a veces cautiva, otras, te quema el alma. Sí, eso que está delante de ti no es una instalación más, sino unos lápices que sobraron en el mercado de Chichicastenango, porque este año 200 niños abandonaron sus estudios. Objetos ardientes y contundentes como estos son lanzados por Ventura Puac-Coyoy en su Memoria incendiada. La muestra se inaugura hoy a las 19:00 en la galería El Attico, 4a. avenida 15-45, zona 14. La entrada es libre.
Falsa modernidad
Desde la trinchera que el arte le da, Ventura Puac-Coyoy (Quetzaltenango, 1991) dispara su Memoria incendiada. La colección, relata el artista, surge de la necesidad de discutir una historia guatemalteca oculta, ridiculizada o plagada de vacíos. “Pensamos que vivimos al mismo ritmo que el mundo porque hay comida rápida, tiendas y centros comerciales, pero aún no hemos superado etapas que en otros sitios son parte del registro de la historia del siglo pasado”, dice.
La exhibición aborda el simbolismo del fuego en la cultura local, mediante una investigación en la que se incluyen desde textos religiosos de la región mesoamericana hasta los del Archivo Histórico de la Policía Nacional. Todo ello como una manera de reivindicar que el arte, más que “la belleza por la belleza”, se debe a un contexto.
Peso visual
Para “publicar” esta investigación, Ventura Puac-Coyoy se valió de su vocación por la escritura, pero también del peso y la interconexión de las artes visuales: “El tema de la exposición brinda la oportunidad de extenderse a más no poder. Entiendo que tengo algún talento para el dibujo, pero el dibujo preciosista per se no poseía la capacidad de transmitir el mensaje que me interesaba. La instalación y el objeto, sí”.
Precisamente uno de los aspectos que más impactan en esta muestra son esos objetos que antes de pasar por las manos del artista tuvieron otros dueños: machetes de campesinos desaparecidos conviven con cubiertos intercambiados a familias de desplazados. La instalación de lápices, indica, surgió debido a que la deserción escolar, calculada en unos 200 niños en el casco urbano de Chichicastenango, hizo que estos útiles sobraran.
Incomodar
Con elementos como estos, el guatemalteco busca cumplir su cometido e “incomodar” al visitante de su catálogo. “Las piezas están pensadas para cuestionar, pero el fuego también es esperanza y la esperanza es que los espectadores se planteen preguntas o quieran indagar más en el tema. Eso es ya un paso”, concluye el autor.