A sus 89 años y aún activa, la realizadora francesa Agnès Varda agradeció ayer el premio honorífico Donostia del Festival de San Sebastián, por su amplia trayectoria, que calificó de un “regalo” para una cineasta radical.
“Siempre es divertido; es un regalo que acepto con placer”, señaló Varda en rueda de prensa en San Sebastián. “No sé si es la primera vez que se entrega el premio a una persona marginal, que trabaja en el cine honestamente, pero que no hace dinero”, afirmó la realizadora conocida como la única representante femenina de la Nouvelle Vague.
Ante la pregunta de cómo hizo para comenzar a filmar en una época en que era muy raro que las mujeres estuvieran detrás de las cámaras, respondió solamente: “Haciendo cine”.
Cuando hizo su primera película, en 1954, La Pointe-Courte, no había más que 3 o 4 cineastas mujeres. “Yo desde el principio quise hacer un cine radical, no como mujer, sino como cineasta radical”, agregó.
Autodidacta, Varda exploró numerosas facetas del séptimo arte y multiplicó las experiencias a lo largo de su carrera, que enmarcó en buena parte en el cine social o políticamente comprometido, con documentales o de películas consagradas a personas modestas o marginales.
Ganadora de un César en 2001, y una Palma de Oro de honor en el Festival de Cannes de 2015, Varda recibirá en noviembre un Óscar de honor por el conjunto de su obra.
En San Sebastián, Varda presentó su último documental, Visages, Villages, codirigido con el artista JR, proyectado en el pasado festival de Cannes fuera de concurso. Este año, el Festival de San Sebastián, el de mayor peso en el mundo hispano, entregará otros dos premios honoríficos Donostia, al argentino Ricardo Darín y a la actriz italiana Monica Bellucci.
*AFP