Barcelona, EFE.- Quique Setién ha ejercido 216 días como entrenador del
Barcelona y, así, se ha convertido en el técnico que menos tiempo ha durado en
el cargo desde Radomir Antic, quien dirigió al conjunto azulgrana de febrero a
junio del 2003 bajo la presidencia interina de Enric Reyna.
Prácticamente nada se puede salvar de la gestión de Setién. Acabó la temporada
en blanco después de coger al equipo líder en la Liga, sufrió la peor derrota
de la historia del Barcelona en la Liga de Campeones (2-8) y cayó en Bilbao en
la Copa del Rey, además de no cumplir ninguna de las promesas que hizo en la
rueda de prensa de presentación: ni hizo jugar bien al Barsa ni le dio
protagonismo a la cantera.
De ninguna manera Setién demostró en la práctica ser un acérrimo defensor de la
filosofía cruyffista, uno de los principales avales que le llevaron a ocupar el
banquillo de un club en deriva deportiva, económica e institucional desde años
atrás.
El juego del conjunto azulgrana cada vez se fue pareciendo más al que mostraba
con Ernesto Valverde, plano, directo y olvidadizo del juego de posición. Y, a
diferencia del preparador cacereño, Setién no consiguió los triunfos en los
campeonatos nacionales que alargaron la resaca del mejor Barsa de la historia
hasta Lisboa.
El núcleo duro del vestuario rápidamente dejó de creer en el trabajo del
santanderino y su cuerpo técnico, y el hecho de no haber dirigido nunca antes a
un equipo de primer nivel (su trayectoria había pasado por el Lugo, el Las
Palmas y el Betis) y de no ser ni la primera ni la segunda ni la tercera opción
para sustituir a Valverde no le ayudaron.
Tampoco que su segundo, Éder Sarabia, tuviera la costumbre de gesticular de
forma vehemente para dar instrucciones durante los partidos (como ocurrió en el
Clásico del Santiago Bernabéu) o que en las pausas de refresco durante el tramo
final de la Liga fuera el mismo Sarabia el encargado de dar las charlas.
Jugadores como Leo Messi, Luis Suárez o el desaparecido Arthur no tuvieron
ningún problema en mostrar su disconformidad ante las cámaras de televisión.
Setién no mostró en ningún instante una personalidad capaz de imponer su
criterio en estas situaciones y, en algunas ruedas de prensa, la sensación fue
de que la empresa estaba sobrepasando al técnico santanderino.
De la misma manera que había hecho Valverde con anterioridad, se rindió a los
deseos del núcleo duro del vestuario, engordado de poder gracias a la
permisividad de la junta directiva de Josep Maria Bartomeu, porque consideró
que esa era la mejor manera de poder alzar algún título a final de temporada.
Pero una chispa de esperanza se encendió en el barcelonismo cuando, finalizada
de forma decadente e insatisfactoria La Liga, Setién y Messi se reunieron para
reencauzar la relación entre el cuerpo técnico y el vestuario con el objetivo
de afrontar las eliminatorias de Champions con un mínimo de unidad. Ni eso
impidió el desastre histórico de Lisboa.
La etapa de Setién en el Barcelona acaba con un balance de 16 triunfos, 4
empates y 5 derrotas. Valverde, quien este curso dirigió los mismos encuentros
en el Barcelona que el santanderino, 25, consiguió un registro muy
parecido: 16 victorias, 5 empates y 4 derrotas.