El destino lo hizo cambiar el galil por el remo. Por una orden superior, Juan Carlos Guevara González dejó su destacamento, en Cobán, para empezar un curso de remo (que duraría tres meses), actividad que le era desconocida hasta entonces, a pesar de ser originario de una zona costera como Nueva Concepción, Escuintla.
“Al principio ni me gustaba; no entendía por qué mi capitán me había escogido para esta misión, y luego supe que mi estatura (1.83 metros) era favorable para la práctica de este deporte”, reconoce el espigado remero, quien durante 20 años cosechó grandes logros para nuestro país en esta disciplina.
“Poco a poco fui ganando competencias, y con esto llegó el gusto por seguirlo haciendo. Todo esto siempre bajo las órdenes del Ejército de Guatemala, que en 1994 me pagaba Q900 mensuales; ese era mi sueldo”, recuerda Guevara.
“Una vez completado el curso, me trasladaron al Centro Náutico de Amatitlán, y ya no me salí de esta actividad, que me llegó a apasionar, con resultados que me amparaban”, amplía el exatleta.
La ayuda del Comité Olímpico Guatemalteco llegó a partir de 1998, cuando logró su primera medalla de plata y 2 bronces en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Maracaibo, Venezuela; entonces le daban una beca por Q800.
En total, Guevara cosechó 5 preseas de oro, 5 de plata y 2 de bronce en su participación durante 5 justas regionales, entre 1998 y 2014. En los Juegos Panamericanos logró un destacado cuarto lugar, en su mejor participación.
“Actualmente me dedico a trabajar con jóvenes en Amatitlán; trato de motivarlos y les doy consejos para que intenten superar lo que yo hice, todo por medio de una mentalidad positiva”, cuenta el ahora adiestrador, quien tiene a su cargo menores desde 13 hasta 18 años.
“Durante 20 años de carrera obtuve una gran experiencia, y pude conocer muchos países; personas con las que guardo amistad y nos comunicamos por las redes sociales que nos facilita la tecnología actual, así que la comunicación es permanente”, admite el múltiple campeón.
Guevara dice no arrepentirse de nada, y que le da mucho gusto encontrarse con su “capitán”, quien a la vez le agradece haber honrado a la institución castrense con su disciplina y resultados. Max S. Pérez
