Quien vive y se apasiona por el arte siempre busca llegar a espacios intransitados para plasmar sus creaciones. Sonriente y carismática, vestida con blusa estampada y jeans, Milagro Quiroa conversó con el Diario de Centro América acerca de Nahuales de Luz. Con esta colección, la pintora participará, desde el sábado, en la exhibición colectiva The Language of Healing, en el Life Force Arts Center, de Belmont, Chicago.
¿Qué evoca el nombre Nahuales de luz?
Un nahual es un ser protector que irradia luz intrínseca. Muchas de las piezas contienen diversas tonalidades, ya que quien las observa restablece sus sentimientos y emociones. Cuando profundizamos en el contexto, percibimos una realidad diferente en la que el arte ayuda a sanar.
Habla de tonalidades, ¿cuál es su importancia en sus piezas?
En la serie que presentaré existe una llamada Tz’ikin, que refleja la conexión entre los seres humanos y Dios. Todo esto va amarrado, ya que sin luz no hay color. En 1979, al comenzar en el mundo artístico, utilicé el blanco y el negro como base y durante mucho tiempo estuve enamorada del tono que ambos daban. Un día decidí cambiar y encontré una paleta con la que me identificaba, y es la que uso hasta hoy.
¿Cómo manifiesta su sentir mediante el color?
Gracias a la energía que emiten, cada obra crea un vínculo emocional. Es por eso que existen diferentes gradaciones, algunas muy opacas y otras más vistosas, que mantienen una armonía que se transmite al espectador. Para lograr esto, los trazos y el color se unen, y generan esa sensación de paz y relajación en quien las ve.
¿Qué le motivó a presentar su trabajo en el extranjero?
Partir es un reto enorme. Quien lo hace se topa con una barrera, pues es difícil alejarse de la zona de confort, pero resulta necesario. Aunque se dice que nadie puede ser profeta en su tierra, lo que uno busca afuera no es esto, sino ser artista. Me estimuló ese desafío y encontrar horizontes para expresar mi creación y mis
pensamientos.
¿Cuál fue el proceso?
(Ríe). Es algo que casi nadie conoce, porque se tocan puertas y se busca un espacio. Hay galerías que solo exhiben obras abstractas y no figurativas, y esto complica que el autor pueda trasladar su arte hacia otro lugar. En este caso, fue una labor constante, que requirió estar pendiente de que las piezas llegaran en bien, saber si estaban en el sitio indicado y fueran colocadas correctamente.
¿Qué sentimiento le provoca ver sus creaciones en el Life Force Arts Center?
Tenía 15 años cuando de forma espontánea hice diferentes dibujos. Eran muy naturales y sin ataduras, y nacían de lo profundo de mi ser. Al ver mi trabajo fuera del país, considero que ha existido una evolución en mis técnicas. Me exijo más y uso la autocrítica como una herramienta que me ayuda a avanzar.
¿Qué encontrará el público en la exposición?
Quienes se acerquen, descubrirán otra cara de Guatemala. En nuestro país existe diversidad de artistas, que se esfuerzan por trascender. Tenemos una herencia nutrida y un sinnúmero de cosas que deben de mostrarse. Estaré sola, pero buscaré que se conozca más de nuestra cultura.