América Latina y el Caribe tendrá un crecimiento económico de 0.6 % en 2018 y 1.6 % en 2019 (excluyendo Venezuela, las cifras serían 1.6 % este año y 2.1% el siguiente), en cambio, Centroamérica llegaría a una tasa del 2.8 % y 3.2 %, respectivamente, de acuerdo con el Informe Sobre incertidumbre y cisnes negros ¿Cómo lidiar con riesgo en América Latina y el Caribe?, que público hoy el Banco Mundial (BM).
El documento destaca que los factores externos que siguen siendo relativamente beneficiosos para el Istmo son el crecimiento robusto de Estados Unidos, un crecimiento más lento, pero aún fuerte de China, y una recuperación en los precios de las materias primas.
“De todas maneras, los desafíos persisten, como la normalización de la política económica en los Estados Unidos, con tasas de interés más elevadas y que han llevado a una caída drástica en los flujos netos de capital hacia la región, el fortalecimiento del dólar, la depreciación de la mayoría de las monedas emergentes y tensiones comerciales”, subraya.
En el caso de las economías de América Latina y el Caribe (ALC) refiere que están creciendo nuevamente luego de varios años difíciles, pero la frágil recuperación pone de manifiesto la necesidad de redoblar los esfuerzos para desarrollar la capacidad de resiliencia y gestionar riesgos.
“Hemos encontrado baches en el camino a la recuperación”, dijo Carlos Végh, economista jefe del BM para América Latina y el Caribe.
“Esto hace que sea aún más necesario mejorar la comprensión y la gestión de los riesgos y otros impactos, desde turbulencias financieras hasta desastres naturales”, agregó.
Los riesgos para la región
Entre las razones principales que estarían detrás de un crecimiento más lento están las turbulencias del mercado que comenzaron en Argentina en abril, la desaceleración en la expansión de Brasil, el deterioro continuo de la situación en Venezuela y un entorno externo menos favorable.
Por otro lado, América Latina y el Caribe está sumamente expuesta, y es muy vulnerable a una serie de desastres naturales, como terremotos e inundaciones que pueden devastar regiones enteras, o los huracanes, que azotan particularmente a los estados caribeños.
“Teniendo en cuenta la incertidumbre existente en el panorama económico, es más importante que nunca construir resiliencia para afrontar el futuro con mayores garantías”, dijo Jorge Familiar, vicepresidente de ese organismo financiero para la región.
Financiamiento para la prevención
Debido a que la región es una de las más vulnerables del mundo por la elevada densidad poblacional de aquellas áreas donde golpean estos desastres y la necesidad de mejorar las prácticas de gestión de riesgos, el BM señaló el beneficio de utilizar bonos catastróficos.
“Además, la distribución de riesgos entre países a través de herramientas como el Mecanismo de Seguro contra Riesgos Catastróficos del Caribe (CCRIF), puede proporcionar fondos de fácil acceso para la recuperación, luego de que un país miembro sufra un huracán”, destaca el informe.
Añade que, sin embargo, impactos imprevistos como la crisis financiera global de 2008 son imposibles de predecir, y no pueden asegurarse. La recuperación tras un cisne negro como este depende de la asistencia posterior al hecho, aunque se pueden adoptar medidas antes de que ocurran. El fortalecimiento de las instituciones y los mercados puede ayudar a los países a recuperarse más rápido.
“Para prepararse ante un futuro incierto, es de suma importancia que la región entienda los diferentes tipos de riesgo y qué mecanismos de seguros están disponibles. A medida que se avance en este ámbito, los países de América Latina y el Caribe serán capaces de asegurar mucho más tipos de riesgo, haciendo de ALC un lugar mucho más seguro para vivir y prosperar”, concluyó Familiar.