Lima, EFE
Luego de trasladar sus condolencias a la familia del expresidente Alberto Fujimori, quien falleció ayer a los 86 años, el primer ministro de Perú, Gustavo Adrianzén, informó que se ha puesto en contacto con los deudos para coordinar el funeral, según el protocolo oficial.
“Las autoridades tomarán contacto con la familia para que, en coordinación, se decida cuál es la voluntad” que requieren ellos, expresó.
Recordó que, de acuerdo con “las normas y el protocolo oficial”, se “prevén los funerales para quienes han sido jefes de Estado”.
El ceremonial instruye que, al conocerse el fallecimiento de un exmandatario, se izará a media asta el pabellón nacional y se decretará duelo el día de la inhumación.
Se advirtió que el traslado del cuerpo al velatorio será privado, pero las exequias se celebrarán con asistencia oficial. El cortejo fúnebre será encabezado por la presidenta del país, Dina Boluarte, o su representante y los deudos.
Gobernante polémico
Fujimori irrumpió en la política en 1990 y, desde entonces, dividió a la sociedad. La disyuntiva separa a quienes ensalzan su figura, al considerar que salvó a Perú del terrorismo y el colapso económico, y quienes consideran que fue un autócrata que cometió graves violaciones a los derechos humanos.
Apodado Chino, por sus rasgos orientales, por ser descendiente de japoneses, nació en 1938 y ejerció un gobierno de mano dura entre 1990 y 2000.
En la primera ocasión venció como candidato antiestablecimiento al escritor Mario Vargas Llosa y fue reelegido otras dos veces en medio de denuncias de fraude.
El 5 de abril de 1992 dio un golpe de Estado, con el apoyo de las Fuerzas Armadas, que lo llevó a asumir todos los poderes, luego de cerrar el Congreso e intervenir el Poder Judicial y el Tribunal de Garantías Constitucionales.
Tras la presión de países y organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), el gobernante convocó a un Congreso Constituyente que promulgó en 1993 una nueva Constitución Política, que aún está vigente.
En 1994, se divorció de Susana Higuchi, tras un conflicto familiar, que incluyó la denuncia de su esposa ante el Congreso de que había sido torturada por los servicios de seguridad, y llevó a su hija mayor, Keiko, a convertirse en primera dama del país, cuando solo tenía 19 años.
