EFE
Un equipo de psicólogos y psiquiatras está llevando a cabo un innovador ensayo clínico en Bélgica para reforzar terapias convencionales con alcohólicos mediante sesiones alucinógenas a base de psilocibina, el compuesto psicotrópico presente en las “setas mágicas”.
“Es una sustancia, una técnica o una tecnología que se utiliza para intentar ayudar en la psicoterapia. No es la pastilla milagrosa”, explica a EFE la psicóloga Laetitia Vanderijst, que lidera el estudio como parte de su tesis doctoral en la Universidad Libre de Bruselas.
El proyecto se desarrolla en el Centro Hospitalario Universitario Brugmann de Bruselas, donde 62 alcohólicos en tratamiento de desintoxicación se someterán a una sesión individual de psilocibina de unas siete horas. Cinco ya lo han hecho.
“Suelen sorprenderse y nos miran un poco como diciendo: ‘¿me quieren dar psicodélicos? Es raro’. Luego nos cogen confianza, y eso es bonito porque se construye una relación”, añade.
Los profesionales informan y preparan al paciente antes del viaje, que emprende con antifaz y música en una habitación con plantas, y acompañado siempre por un terapeuta.
“Nuestro trabajo es estar presentes, contener si hay un problema, pero no distraer”, dice la psicóloga Janaïna Benoît.
Sin saber qué les va a tocar, los individuos ingieren una cápsula con una dosis alta (30 mg) o baja (5 mg) de psilocibina, un psicotrópico que no genera adicción y que extrae la empresa canadiense Filament Health de hongos que la contienen de forma natural, como los del género Psilocybe.
“Vemos la sustancia psicodélica como un catalizador de procesos psicológicos que va a ayudar a sustentar la terapia y quizá ayude a la persona a ir a lugares metafóricos donde no logra llegar”, apunta Vanderijst.
El viaje alucinógeno puede transportar al individuo a “situaciones, relaciones o recuerdos” en lugares recónditos de su mente, agrega Benoît.
“Después hay dos sesiones de integración donde discutimos con el paciente sobre su experiencia, lo que vivió, lo que vio, lo que sintió y tratamos de darle sentido”, explica el psiquiatra Felix Hever, que acaba de recibir financiación para desarrollar otro estudio usando psilocibina para tratar la adicción a la cocaína.
Los primeros resultados con los alcohólicos son prometedores, tanto con dosis altas como bajas, dicen los especialistas belgas, que se inspiran en proyectos internacionales también con resultados alentadores, mientras en otros países florecen estudios sobre psilocibina para cuadros de depresión, anorexia, tabaquismo, covid de larga duración o para reducir la ansiedad en pacientes con cáncer.
Pero no siempre fue así. El uso ancestral de los alucinógenos está bien documentado, pero su redescubrimiento moderno a mediados del siglo pasado, antes de caer en el olvido, se asocia a un banquero estadounidense y a un químico suizo.
Ostracismo y renacimiento
El primero fue el micólogo aficionado y vicepresidente de relaciones públicas de JP Morgan Robert Gordon Wasson, quien en 1957 generó un gran revuelo al publicar en la revista Life un artículo donde describía sus experiencias con “setas mágicas” en México.
El otro nombre clave es el del químico Albert Hofmann, que descubrió el LSD accidentalmente en 1943 cuando regresaba a su casa de Basilea en bicicleta después de que en el laboratorio le hubieran caído en la mano unas gotas de dietilamida de ácido lisérgico.
Hofmann lideró el trabajo con alucinógenos en la farmacéutica Sandoz -actualmente Novartis- y en 1958 aisló la psilocibina.
Entre 1950 y 1965, se ensayaron tratamientos en Praga, Nueva York, Los Ángeles y Zúrich. Además, las nuevas sesiones con psicotrópicos ganaban adeptos entre intelectuales como el británico Aldous Huxley, que se hizo administrar LSD en su lecho de muerte en 1963.
Pero con el auge del movimiento hippie, la contracultura, Jack Kerouac, Jim Morrison o The Beatles, los psicotrópicos se popularizaron como drogas recreativas, generaron preocupación social y surgieron leyes muy estrictas: Sandoz cesó la producción de LSD en 1966 y hacia 1970 las investigaciones desaparecieron.
Tras décadas de ostracismo, en los últimos años ha aumentado la tolerancia jurídica para usos científicos o recreativos en EEUU, Brasil, Jamaica, Suiza o Canadá.
Y la Unión Europea acaba de conceder 6,5 millones de euros al Centro Médico Universitario de Groningen de Países Bajos para explorar la psilocibina como alivio psicológico para personas en cuidados paliativos.
“Hay interés. Los médicos se interesan, los pacientes se interesan…”, resume Vanderijst, quien espera ver estos tratamientos implementados “con un seguimiento más largo y la posibilidad de tener más sesiones, porque hay un incremento de personas con problemas mentales y no ha habido grandes innovaciones en psiquiatría en la última década”.