Ciudad de Panamá, EFE
Sin el chen chen (dinero) que promete, y sin olvidar tampoco a su “amigo” el exmandatario condenado por corrupción Ricardo Martinelli, quien lo catapultó al poder, José Raúl Mulino asumió, emocionado, la Presidencia de Panamá en una tranquila actividad que dio pie a su primer acto como jefe de Estado.
La ceremonia, a la que asistió la vicemandataria guatemalteca, Karin Herrera, no tuvo mayores contratiempos, fuera de la juramentación de los nuevos diputados, antesala legal a la asunción al poder del Ejecutivo.
Mulino, un experimentado político de 65 años, recibió la banda entre lágrimas y con su familia en primera fila.
Comenzó su discurso diciendo que actuará “en base a la enseñanza más importante que ustedes me dieron: el amor siempre vence al odio”, y lo terminó reconociendo que su “gran sueño” era ser el dignatario de su nación. Pese al emotivo inicio, Mulino volvió a dar la imagen de mano dura que se ha forjado al enumerar cómo resolverá los problemas en los próximos cinco años, entre ellos la
alicaída economía.
“El estado de las finanzas públicas es preocupante”, enfatizó, previo a criticar la gestión saliente al asegurar que “doblaron la deuda, gran parte de ella gastada inexplicablemente en funcionamiento, en vez de invertirla en obras para generar empleos y ofrecer soluciones permanentes”.
El mandatario siguió la línea de sus anteriores discursos cuando expresó: “Todas mis acciones generarán chen chen, frase que le sirvió de eslogan de campaña, porque significa tener dinero en los bolsillos.
En su alocución, de casi una hora, Mulino no olvidó a su “amigo” Ricardo Martinelli. “Me enorgullece haber sido parte de ese gobierno que nos hizo soñar en grande”, manifestó.