Dusseldorf, EFE
Dentro de todas y cada una de las cualidades impresionantes de Kylian Mbappé y entre los recursos que maneja Francia, nadie contaba con la suerte como el aspecto más crucial para doblegar a Austria, en un centro del capitán francés que magnificó Wober contra su portería (0-1), en partido que terminó Didier
Deschamps sin su figura, fuera de acción por un golpe y una brecha en la nariz.
La favorita, subcampeona del mundo en Catar 2022 y coleccionista de elogios y pronósticos favorables en su desafío en Alemania 2024, no está tan por encima de Alemania, España ni Inglaterra, a juzgar por lo que demostró en su puesta en escena en Dusseldorf, por debajo del volumen de futbol, ocasiones y anotar con el que debe expresarse.
Francia necesita velocidad. Es su mejor expresión. Lo dispara hacia límites insoportables para cualquier rival. Al revés, sin vértigo, sin espacio, sin metros para activar todo lo que lleva dentro, sobre todo por el trepidante carril zurdo que mezlca la alocada zancada de Theo Hernández, atrevido, vertical e inconsistente, con Mbappé, puro desborde, su dimensión se reduce a la presunción de todo lo que puede ser, a una individualidad, a un detalle repentino.
Austria la rebajó casi todo el enfrentamiento. Porque entendió la forma de contenerla y abordarla. No fue un mero observador de todos los halagos recibidos por Francia. Tampoco fue un conjunto solo preocupado por el daño que podía recibir. Jugó para más, sin complejos; cómodo cuando atravesó al campo rival, valiente al optar por la presión, intenso a la hora de pugnar y, sobre todo, firme en el
momento que le tocó golpear la pierna rival.
Aún lejos de su máxima inspiración, Mbappé causa asombro. Unos instantes de silencio en el rival. Segundos de atracción y expectativa en el seguidor local. Se para el tiempo en el aficionado, que aguarda impaciente qué ocurrirá. Siempre parece que sucederá. Ayer no fue así casi nunca. Pero en cualquier momento termina apareciendo su don: desborde y gol.