Luis Carrillo, Mariano Macz y Jose Pelico
Redacción
El 15 de febrero de 1982, en la aldea San Lucas, Ixcán, Quiché, Tomás Velásquez salió junto con otras cuatro personas hacia sus parcelas, como era habitual. Sin embargo, ninguno de ellos regresó a casa.
Ese día marcó el comienzo de una agonizante espera para sus familiares, quienes aseguran que las víctimas fueron interceptadas por una patrulla del Ejército y llevados a la Zona Militar Número 22, Playa Grande (ahora Sexta Brigada), donde se presume las torturaron, asesinaron y luego las arrojaron a una fosa común o al río Chixoy.
“Han pasado 42 años de sufrimiento, tristeza, dolor y llanto. Cualquiera diría que transcurrido ese tiempo la herida ya sanó, pero no, jamás olvidaremos ese hecho, porque nunca vimos su cuerpo. No es lo mismo saber que un ser querido falleció de manera natural, se le veló, dio el último adiós y sepultó”, afirma José Velásquez, hermano de Tomás.
3 mil 869 personas han sido identificadas gracias al trabajo de la Fundación.
La incertidumbre y el dolor de no saber el paradero de sus seres queridos persisten; un sentimiento compartido por más de 40 mil familias guatemaltecas que vivieron tragedias similares durante el conflicto armado interno, pero mantienen la esperanza de encontrar sus restos y brindarles un lugar digno para descansar, gracias al trabajo que realiza la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG). A pesar del tiempo, la FAFG ha sido una luz en medio de la oscuridad para los dolientes.
Fredy Peccerelli, director ejecutivo de la Fundación, informa que, con las limitaciones y escaso apoyo estatal, la institución ha logrado identificar a 3 mil 869 personas, exhumar 8 mil 189 restos y recolectar 17 mil 323 muestras de ADN para ayudar en la identificación de los buscados. “Sin embargo, todavía queda mucha labor por hacer”, agrega Peccerelli. La falta de cobertura nacional, información y recursos sigue siendo un desafío significativo en las pesquisas.
El testimonio de Marta Macz Pacay arroja luz sobre la importancia del trabajo de la FAFG. Después de 32 años de incertidumbre, logró encontrar y dar un lugar digno de descanso a su hermano Otto Waldemar, desaparecido en Alta Verapaz, el 5 de marzo de 1983 Los restos de Otto fueron localizados en lo que hoy es Creompaz (Comando Regional de Entrenamiento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz), una base de entrenamiento para las fuerzas de paz de las Naciones Unidas que en el pasado funcionaba como un centro de detención y ejecución clandestino.
El proceso para ubicar a Otto tomó cerca de tres años, pero para Marta fue un paso crucial que permitió cerrar una dolorosa etapa. Aunque ahora sus restos descansan en paz, ella mantiene la esperanza de que algún día se haga justicia. Nineth Montenegro, consultora, ex diputada y fundadora del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM),elogió el trabajo de la FAFG como un esfuerzo invaluable en la búsqueda de paz y justicia.
Montenegro, cuyo esposo, Edgar FernandoGarcía, fue capturado ilegalmente y desaparecido el 18 de febrero 1984, sigue sin conocer su paradero. “Ya perdoné, no guardo rencores, pero nunca olvido”, enfatiza. El conflicto armado interno en Guatemala dejó profundas heridas que todavía no cicatrizan.
Según la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), se estima que hubo 200 mil víctimas, con 160 mil muertos y más de 40 mil desapariciones forzadas. Sin embargo, a pesar de las décadas transcurridas, la búsqueda no cesa, impulsada por el inquebrantable espíritu de aquellos que se niegan a olvidar, quienes creen que en cada identificación y exhumación se registran pequeños alivios para el país y las familias afectadas.