Fotos: EFE
Con autoridad y solvencia abrumadora, el Inter atropelló al Milan (0-2) con una primera parte de dominio absoluto y la segunda mitad de gestión inteligente que lo acercaron a su reencuentro con la gloria, representada en una final de Liga de Campeones a la que no accede desde que levantó la Orejona en 2010 y que tiene a 90 minutos.
El bosnio Edin Dzeko ejecuta una maniobra acrobática para abrir el marcador.
Con todos los focos apuntando a San Siro, todo el planeta pendiente del Derby della Madonnina, partido que no se daba en Liga de Campeones desde la temporada 2004-2005 en el conocido como Derbi de la vergüenza, hubo un equipo que se hizo grande y otro que no estuvo a la altura y al que las cosas no le fueron como esperaba.
El Inter dominó el partido y jugó con desparpajo un duelo que va mucho más allá en la ciudad de Milán. Saltó al estadio que conoce a la perfección, pero que estaba vestido con los colores del máximo rival.
Y es que tan solo ocho minutos tardó Dzeko en abrir el marcador. Asentado como delantero titular en las grandes citas, el bosnio volvió a responder a su técnico, esta vez remató de manera casi acrobática en un saque de esquina para silenciar la mayor parte de San Siro.
El tempranero golpe mareó al Milan que no había conseguido entrar en el choque y que sin Leao perdió su referente en la ofensiva. Y el Inter no desaprovechó la ocasión para hacer más daño. Fue el turno de Mkhitaryan para, desde la segunda línea, aprovechar el pase de Dimarco que dejó pasar Lautaro, colarse facilmente en el área ante la mirada de la inoperante zaga milanesa para definir desde dentro del área y poner tierra de por medio en solo 12 minutos.
El primero de los dos episodios que tendrá lugar en el mítico San Siro tuvo un dueño claro, al Inter que inclinó sobremanera la balanza y presentó candidatura con argumentos más que suficientes para acceder a la final de la Champions.