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La diminuta isla italiana de Lampedusa, en el Mediterráneo central, teme la inminencia de un verano complicado en el plano migratorio tras la enésima oleada de embarcaciones y agravado por crisis africanas como la de Sudán.
Se trata de un nuevo pico en una estadística en constante aumento pues, en lo que va del año, hasta ayer, han desembarcado 36 610 extranjeros de forma irregular, cuatro veces más que en el mismo período en 2022 (9089), según datos oficiales.
Como se sabe, Sudán se encuentra sumido en un violento conflicto armado entre dos jefes militares, desde el pasado 15 de abril, lo que ha obligado a España y a buena parte de la comunidad internacional a evacuar a sus ciudadanos del país africano, lo que también ha conllevado a una inmigración irregular hacia el Mediterráneo.
36 610 extranjeros han ingresado de forma irregular.
Para ello, el Gobierno italiano acelera la creación de un plan que palíe el fenómeno que, en realidad, no ha cesado desde hace una década.
La emergencia no se detiene; la oleada migratoria desde el litoral tunecino terminó por saturar estos días el único centro de acogida del lugar, con una capacidad mínima para 400 personas, cinco veces menos que lo que se requiere para propiciar que todos los llegados duerman bajo techo.
La gran mayoría parte de Túnez (19 247) mientras que otros muchos lo hacen desde la violenta Libia (15 509), de acuerdo con un informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).
En la isla viven menos de 6 mil habitantes que se dedican a la pesca y al turismo, y es considerada por los inmigrantes como una puerta a Europa por ser el enclave más meridional de Italia.