Fotos: EFE
Un precioso gol del canterano Pablo Ibáñez en el minuto 116, una magistral semivolea desde la frontal, le dio ayer el pase en San Mamés al Club Atlético Osasuna a la segunda final de Copa de su historia, un hito solo logrado antes en 2005, cuando cayó contra el Betis en el partido definitivo.
Un castigo demasiado grande para un Athletic que remató hasta 23 veces a portería, por solo 8 de Osasuna, y forzó 18 saques de esquina. Ninguno el equipo navarro.
Para los rojillos fue el premio a saber aguantar en un encuentro en el que fueron claramente superados en todas las facetas del juego. Menos en el de la definición, que es la suerte que vale.
Nico Williams, que marró dos claras ocasiones ya con el 1-0 marcado por su hermano a la media hora, lo recordará durante mucho tiempo y añorará la cuadragésimo segunda final de su equipo, que deberá esperar.
Con Muniaín en el Athletic y Osasuna sin Budimir, el choque comenzó más frío de lo esperado. Los locales intentaban llevar la iniciativa, pero los visitantes también contabilizaron un par de llegadas en los primeros minutos. Ambas por la derecha de Rubén y Moncayola.
Mediada la primera parte el Athletic ya se fue decidido por Osasuna y un disparo desviado de Nico desde la frontal abrió lo que iba a ser un asedio de ocho minutos hasta que llegó el 1-0 del
mayor de los Williams.
Osasuna estaba sufriendo en las jugadas a balón parado y el centro de Muniaín desde la esquina lo cabeceó Vesga. El balón no iba a portería, pero se fue rumbo a Williams, que remató como pudo a la parte baja del larguero.
No aprovechó el Athletic su segundo momento del encuentro, Osasuna aguantó el abordaje y el choque se adentró en terreno definitivo, en el que un gol se asumía como la sentencia.
Cuando parecía el choque destinado a los penales, con Osasuna romo y el Athletic desacertado, el conjunto navarro encontró petróleo y una final en un centro de Moncayola rematado magistralmente desde la frontal por Pablo Ibáñez.