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Rivaldo Vítor Borba Ferreira, para muchos el héroe silenciado del último título mundial conquistado por la selección brasileña, celebra este martes su medio siglo de vida sin los festejos y el reconocimiento de sus colegas famosos.
Siempre alejado de los medios, de origen humilde, introspectivo, de pocas palabras, pero con mucho talento y temeridad dentro de la cancha, Rivaldo conquistó hinchadas por donde pasó, desde el Santa Cruz de su tierra natal hasta los encopetados Barcelona o Milan, en Europa.
Veinte años después y a pesar de las intermitencias de Neymar, que divide su innegable talento con las reiteradas lesiones y su agitada vida social, Brasil no ha tenido un jugador que se enfunde la camiseta 10 heredada de Pelé y Zico, y haya tenido el protagonismo, traducido en gloria, de Rivaldo.
Rivaldo nació el 19 de abril de 1972, en Paulista, un municipio playero de la región metropolitana de Recife, capital del estado de Pernambuco, y desde sus inicios ya se vaticinaba que sería un jugador de mucho talento, al que había que sacarle las palabras con ganzúa, como se percibe en sus primeras entrevistas.
Su figuración después del Mundial de 2002 ya no fue la misma en el Milan italiano, los griegos Olimpiacos y AEK Atenas, el Bunyodkor de Uzbekistán, el Kabuspor angoleño y los brasileños Cruzeiro, Sao Paulo, Sao Caetano y Mogi Mirim, donde ejerció como presidente y jugador al mismo tiempo, hasta 2015.