Sostenido de forma determinante por Jan Oblak, reivindicado con una actuación estelar y lanzado por un gol de Antoine Griezmann, en el minuto 55, después de resistir la presión y el desborde del Oporto, el Atlético de Madrid resurgió en la Liga de Campeones con una victoria indispensable, sentenciada por Ángel Correa y Rodrigo de Paul, que lo catapultó a los octavos de final del torneo (1-3).
No falló el equipo de Diego Simeone, entre la crítica, entre las dudas, entre la incertidumbre, entre la desconfianza de sus últimos encuentros, dentro de la pesadilla que últimamente es la Liga de Campeones para el conjunto rojiblanco, que se despertó de ella de golpe, para demostrar su carácter, para reencontrar la contundencia en las dos áreas, el argumento más irrebatible, sea cual sea el escenario y el adversario, y para sobrevivir en una competición en la que surcó el precipicio muchas veces, varias este mismo martes.
Pero no era tan sencillo. Porque el Oporto es un buen equipo, presionante, ambicioso, potente. Y porque no solo tenía que ganar, sino que además no lo hiciera, al menos por el mismo marcador y número de goles, el Milan al Liverpool.
De pronto, el Atlético resurgió contundente en su ataque para golpear con el 0-1, en un saque de esquina que botó Lemar, que peinó un defensa y que remató Griezmann, solo, en el segundo palo. Era el minuto 55.
Lo arregló Matheus Cunha que, visto lo visto, promovió de nuevo la igualdad numérica. Entre tanta tensión, Wendell le puso el codo en la nuez, él se fue al suelo, el árbitro Clement Turpin, quizá influido por lo que había hecho antes con Carrasco, expulsó al lateral del Oporto, siete minutos apenas sobre el terreno de juego, para derivar ambos equipos en una multitudinaria discusión. Los octavos de final estaban en juego. No hubo tregua hasta el minuto 90, cuando Correa, primero, y De Paul, después, sentenciaron la clasificación con el 0-3, reducido por Sergio Oliveira de penal al 1-3 final.