Guillermo Monsanto
El pasado 28 de agosto hubiera estado de manteles largos esta extraordinaria mujer. Su labor y aporte a la cultura guatemalteca abarcó diferentes expresiones, entre las que destacaron la investigación, la cerámica, las antigüedades, las artes visuales y los textiles, y otra variedad de intervenciones de primer orden. Inteligente, certera y cálida, doña Olguita, como le decíamos con cariño los que la frecuentamos, fue una amiga sin edad, una consejera única y una realista equitativa a la que buscábamos todos los que tuvimos el privilegio de cultivar su amistad. Culta, ocurrente y profunda, su charla siempre fue versada y concluyente, demostrando una capacidad que la señalaba especialmente como un personaje atemporal.
A doña Olguita la conocí en 1988. Por aquella época ya había vendido la tienda de antigüedades que había regentado por años. Ámbito en el que conoció a otras personalidades, igualmente interesantes, con las que compartió objetos que prácticamente eran dados en adopción. Su ojo para la porcelana, cristalería, cerámica, brocados y otros exquisitos objetos creados en el primer mundo, nutrieron el imaginario de coleccionistas de todas las edades.
En su estudio se formaron artistas ceramistas como Arturo Maldonado, Alfred Hentze, Guillermo Vizcaíno, José Mario Maza y Rigoberto Castañeda Asturias. Todos, autores con sensibilidades particulares en el campo de lo decorativo utilitario. En Firenze, así se llamaba aquel taller, doña Olguita se centró en el encuentro de lenguajes compatibles con la disciplina, llegando incluso a producir porcelana creativa distintiva por sus características tan particulares. Hoy todo ese legado se localiza en importantes colecciones particulares.
La inercia, y ya sobre sus ochenta, la llevó de la mano a la escultura, la pintura, el grabado y el mosaico. Encontrando, desde ese momento, una pasión que cultivó con ahínco hasta el final de sus días. En la madera aprendió a desbastar, gubia y martillo en mano, y producir estatuas en las cuales abstrajo, esencialmente, la figura humana. Sus xilografías se constituyeron en un medio de registro. A través de ellas exploró diferentes temas, entre ellos, el de las máscaras tradicionales de Guatemala. Con una colección de estampas, retratos femeninos, se presentó en la sala Carlos Mérida del Museo Nacional de Arte Moderno de Guatemala. Es de resaltar que trabajó esta disciplina sin la ayuda de un tórculo, por lo que la presión la ejercía manualmente, lo que requería de una fuerza particular para una octogenaria.
En el campo textil aportó varias investigaciones que proyectó de diferentes formas. Además de lo publicado, creó una colección de huipiles en miniatura que viajaron fuera de Guatemala y que hoy son parte del acervo del Museo Ixchel del Traje Indígena. En fin, es mucha y muy buena la producción intelectual de Olga Arriola de Geng. Rindo un homenaje a la artista, la investigadora y, por sobre todas las cosas, a la amiga.