La organización benéfica Truman Capote pidió US $20 millones (Q154.6 millones) a los estudios Paramount por el guion de una nueva versión de Breakfast at Tiffany’s, que circuló de manera interna y nunca llegó a la fase de producción.
La entidad Truman Capote Literary Trust, que gestiona el patrimonio del escritor, registró ayer la petición en plena batalla legal por los derechos de la historia, escrita por Capote en 1958 y adaptada a la gran pantalla en 1961, con Audrey Hepburn de protagonista.
Mientras Hollywood está inmerso en una ola por revivir clásicos del pasado, el interés por explotar la famosa película en series y secuelas llegó a los tribunales.
Todo se remonta a una demanda presentada en noviembre por el comisario de la organización benéfica de Capote, Alan Schwartz, quien alega que los derechos audiovisuales del libro pertenecen a los herederos del autor desde su muerte en 1984.
Pero el estudio y la entidad tienen diferentes interpretaciones de un acuerdo que firmaron en 1991 para grabar una precuela y una secuela de Breakfast at Tiffany’s.
El demandante alega que si no se rodaba una película en un plazo determinado, la propiedad intelectual volvería a ser exclusiva de Truman Capote Literary Trust, algo que Paramount niega y califica de “inconcebible”, según el diario The Hollywood Reporter.
En los últimos meses el caso escaló desde el Tribunal Superior de Los Ángeles hasta la Corte de California, envuelto en nuevas disputas.
Por un lado, la organización benéfica incluyó una enmienda que pide US $20 millones a Paramount en compensación por un guion para rodar una nueva película basada en la novela que, a pesar de que no salió de los despachos del estudio, supuestamente dañó el valor de la propiedad intelectual.
Por el otro, Paramount reclama los derechos audiovisuales de la cinta para filmar una serie derivada, un proyecto por el que los herederos de Capote también están recibiendo jugosas ofertas
El caso recuerda a la batalla por el clásico de Alfred Hitchcock Rear Window (1954), que llegó al Tribunal Supremo de Estados Unidos.
En 1990, los magistrados determinaron que la propiedad de la historia era de los herederos de Cornell Woolrich, autor del relato en el que se inspira la cinta de suspenso, y no de Paramount, aunque la decisión se basó en un antigua ley de propiedad intelectual que ha cambiado en sucesivas reformas.
- Agencia EFE