El director Sergio Ramírez expone el racismo rampante de las
clases privilegiadas de Guatemala con 1991,
una cinta que se estrenó ayer en el Festival
de Cine de Miami y cuyo telón de fondo son los asesinatos de cientos de
jóvenes indígenas en la capital y otras ciudades de ese país.
El segundo largo del director, tras la aplaudida Distancia (2012), cuyo estreno en EE.
UU. se dio en este festival, saca a la luz los brutales crímenes cometidos con
total impunidad entre las décadas de 1980 y 1990 por bandas de adolescentes y
jóvenes blancos, mientras el país libraba los últimos años de la Guerra Civil.
“Estos hechos eran conocidos, sobre todo para los
que vivíamos en el centro de la ciudad. Les llamaban cacerías, y caminábamos
con mucho miedo, te podía caer de un lado o de otro”, confesó el realizador, en
declaraciones telefónicas desde la capital guatemalteca.
Sobre esos hechos, en ese entonces una nueva forma
de manifestación del racismo y clasismo en Guatemala, no hay ni un solo caso
juzgado y, por el contrario, muchos de los que participaron o iniciaron esas “cacerías”,
que se hacían desde autos y con bates de béisbol, ocupan ahora altos cargos,
explicó el director. “Lo fuerte es
que hoy, gente que está en sus 40 y que de adolescentes hicieron esto, no se
arrepienten y así lo dicen abiertamente”, relató Ramírez.
El marco general de la película es la Guerra Civil
de Guatemala, un conflicto de larga duración que concluyó en 1996 y que se
libró entre los diferentes gobiernos, mayormente militares, y movimientos de
izquierda, que fueron apoyados por pueblos de la etnia maya y en esas décadas
víctimas de genocidio.
El protagonista de la historia es Daniel, un
adolescente indígena que vive en la ciudad, un “punto medio”, como precisa el
realizador, que tiene una vida apacible hasta que sus grandes dotes para el futbol
lo colocan entre jóvenes de la clase alta, en un “mundo de fiestas, clubes y
autos”, pero que va de la mano con “esa escalada de violencia”.
El nuevo cine de Guatemala
La película es coproducida por Jayro Bustamante, quien se ha alzado como una de las voces protagonistas de la nueva cinematografía de Guatemala de la mano de su largometraje La Llorona, nominada a Mejor Película Extranjera en los últimos Golden Globe y preseleccionada en la misma categoría a los Oscar.
“Es un momento muy bueno para el cine de Guatemala”, reconoció Ramírez, que puso de relieve las fuertes temáticas sociales y la inclusión de las lenguas mayas en los recientes proyectos cinematográficos facturados en el país centroamericano, algunos de los cuales están liderados por mujeres.
El guion de 1991 lo firma Ramírez junto a Bustamante y César Díaz. Este último ganó el premio Cámara de Oro a la mejor Ópera Prima en el Festival de Cannes de 2019 por su película Nuestras madres.
- Agencia EFE