Ceremonia será atipica, sin Trump y con Washington blindada.
Al mediodía de hoy, el demócrata Joe Biden será investido como el cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos, en una ceremonia con pompa pero sin multitudes, en la explanada del Mall de Washington.
El evento se realizará bajo estrictas dispositivos de seguridad, tras el asalto al Capitolio por seguidores de Donald Trump del pasado 6 de enero, la aprobación de un segundo impeachment en la Cámara de Representantes contra el presidente saliente y la amenaza de seguidores extremistas.
Esta vez el presidente saliente no estará allí para dar relevo a Biden, como sí estuvo Obama a la llegada de Trump.
La investidura transcurrirá con muy pocos invitados, apenas unos mil, entre ellos los expresidentes George Bush, Barack Obama y Bill Clinton; doscientas mil personas se concentraban ya con antelación, para presenciar la ceremonia.
A las 11:55, la jueza Sonia Sotomayor, la primera magistrada hispana del Tribunal Supremo, tomará el juramento de Kamala Harris, la primera mujer con ancestros afrocaribeños y de India en ocupar la Vicepresidencia de EE.UU.
Harris jurará su lealtad a la Constitución, sobre dos biblias: una que perteneció a una amiga de su familia, y otra que fue de Thurgood Marshall, el primer magistrado afroamericano del Supremo.
Seguidamente, cuando las campanas del reloj señalen el mediodía, el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, tomará el juramento constitucional que Biden pronunciará con su mano sobre una edición de la Biblia de 1893, sostenida por su esposa, perteneciente a su familia desde hace más de un siglo y que ha usado siempre que ha asumido un cargo público.
El discurso del mandatario entrante, en las escalinatas, se centrará en la reunificación de su país.
No habrá desfile por la Avenida de la Constitución, ni baile inaugural en un centro de convenciones, convertido ahora en hospital de campaña para enfermos de Covid-19.
Plan beneficiará a 11 millones de migrantes
Luego de tomar posesión, Joe Biden planea enviar al Congreso una reforma migratoria para que 11 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos, entre estos los beneficiarios del DACA y TPS accedan a la ciudadanía, una expansión de la política de asilo y un plan para reforzar la seguridad fronteriza. Esta reforma sería la mayor desde la aprobada durante el gobierno de Ronald Reagan, que amnistió a 3 millones de indocumentados, en 1986.