El Museo del Prado sorprende a los visitantes con un conjunto de obras más singulares de su colección: por primera vez muestra los estuches del Tesoro del Delfín, el conjunto más valioso del mundo, y al que ha bautizado como El otro Tesoro de la pinacoteca.
Hasta ahora se podía ver una veintena de estos estuches junto al Tesoro del Delfín, que desde 2018 cuenta con una magnifica sala propia. Ahora la exposición El otro Tesoro. Los estuches del Delfín, desempolva los otros 101 restantes en una muestra temporal hasta el 13 de septiembre.
“Son contenedores de lujo para piezas de lujo. Tienen alma de madera y todos están forrados en el interior por lana roja, terciopelo o seda y por fuera de una piel, de tafilete, lustrosa”, explicó Leticia Azcue Brea, jefa del Área de Conservación de Escultura y Artes Decorativas del Museo del Prado, en Madrid.
Para la exposición se diseñó una magnifica vitrina circular, de modo que se puede ver todos los detalles de las piezas. Cada uno, está hecho a medida de la pieza que guardaba, solo con mirarlo se puede adivinar cuál de las valiosas piezas de la colección de alhajas solía albergar.
“Es el más importante del mundo por variedad y belleza. Es un conjunto realmente singular”, destacó Azcue Brea, que confió en que esta exposición genere curiosidad a los visitantes, y suban las dos plantas que les separa de la sala donde se encuentra el Tesoro del Delfín.
A través de esta exposición se puede descifrar la “azarosa historia” de este inigualable conjunto de joyas. El tesoro perteneció a Luis Borbón (Delfín de Francia) y una parte de él llegó a España como herencia a Felipe V.
Entonces estaba compuesto por 169 obras, de entre los siglos XVI y XVII, como vasos, platos, cofres o un juego de café, confeccionadas con ágatas, lapislázuli, jaspe, jade o cristal de roca, y decorado con diamantes, rubíes o turquesas.
Hay piezas realizadas en Francia, Japón, Italia, un magnífico conjunto de cristal de roca, el Imperio Habsburgo o República Checa. “Eran piezas muy apreciadas, en la época costaban cinco veces más que un cuadro de Tiziano”, reseñó la experta en artes decorativas.
En la Guerra de la Independencia el bando francés robó el conjuntó y lo trasladó a París sin sus estuches, lo que hizo que varias piezas sufrieran desperfectos que hoy se pueden apreciar. En el traslado se perdieron 11 piezas.
Años después, en 1918 el conjunto sufre un robo, por el que uno de los guardias del museo fue condenado. Muchas piezas desaparecen y las que son de piedra pierden los asas y los pies de metales preciosos, lo que era “más fácil de vender”, subrayó. Por eso ahora hay más estuches que piezas del tesoro.
Los estuches que guardan cada pieza de este valioso tesoro son también “únicos”. Cada coraza mimetiza la pieza original, está decorado con pequeños delfines y la flor de Lis, símbolo del Gran Delfín.
Además de que cada una constituye una excepcional obra de artesanía, las piezas cumplían varias funciones, no solo conservarlo y transportarlo, también poder identificarlo sin tener que abrirlo.
Se tiene muy poca información sobre los artesanos que los hacían: “Apenas hay documentación, no solo de los estuches, sino del propio Tesoro, explicó. Muchos se compraban en almonedas y no se tiene ningún dato sobre cómo llegó a manos del rey”.
Muchos de los estuches tienen en la parte inferior un sello, pero se desconoce si tiene que ver con sus antiguos propietarios o con los artesanos que los manufacturaron. “El más común es el de una mosca. Pero también gallos, florones, y una figura alada”, añadió Azcue Brea.
*EFE