La tenista María Sharapova, que anunció ayer su retirada de las pistas, vivió un auténtico sueño americano. Nació en Siberia, adonde su familia huyó de la catástrofe nuclear de Chernóbil, emigró con seis años a Estados Unidos y a los 18 años se convirtió en la número uno del mundo.
“Cuando tenía seis años, crucé el globo para llegar a Florida con mi padre. El mundo me parecía gigante entonces”, escribió ayer al anunciar su retiro en un artículo en las revistas de moda “Vogue” y “Vanity Fair”.
Fiel a su estilo, Sharapova, de 32 años, anunció en sendas revistas de moda su “adiós” al tenis, deporte que le permitió convertirse en un ícono del deporte mundial, tanto por su talento en las pistas como por sus condiciones físicas y su capacidad para coleccionar portadas.
Ahora, todo es brillo en la vida de Masha (diminutivo de María), pero sus inicios no fueron fáciles. Como ella relata en su artículo, vio por vez primera un partido de tenis a los cuatro años. Se convirtió en 2005 en la número uno del mundo, aunque su segunda victoria en un Grand Slam tuvo que esperar hasta 2006, en el Abierto de Estados Unidos.
También logró su sueño de ser medallista olímpica -la plata en los Juegos de Londres 2012- y ganó la Copa Federación en 2008 con Rusia, cuya ciudadanía conserva pese a vivir en EE. UU. la mayor parte de su vida. EFE