Jeanine Áñez, que fue senadora opositora al gobierno de Evo Morales, cumplió ayer una semana como presidenta interina de Bolivia, un país que aún no alcanza la pacificación para poder llamar a nuevas elecciones generales.
Desde que asumió la Presidencia, Áñez ha recalcado que el suyo es un gobierno de transición con dos objetivos: la pacificación de un país convulso desde las fallidas elecciones del 20 de octubre y la convocatoria, lo antes posible, a nuevos comicios “transparentes”.
El avance hacia estos objetivos no depende solo del gobierno transitorio, sino, en buena parte, del Movimiento al Socialismo (MAS) de Morales, que controla el Legislativo y cuyos seguidores mantienen bloqueos de carreteras y movilizaciones callejeras en varias regiones bolivianas, en contra de Áñez.
Áñez asumió el 12 de noviembre la Presidencia interina de Bolivia, después de que, como senadora, activó el mecanismo sucesorio que dejó roto el entonces oficialismo, puesto que con Morales renunciaron todos los que constitucionalmente estaban habilitados para
reemplazarlo.
La presidenta interina pertenece al partido Unidad Demócrata, que tiene solo 9 de 36 senadores, en un Parlamento con mayoría del partido de Morales. La Paz, EFE