Pierre Le Guennec, el electricista de Pablo Picasso, y su esposa
Danielle, fueron condenados hoy por tercera vez a dos años de prisión exentos
de cumplimiento por la tenencia de cientos de obras del artista malagueño,
valoradas entre €60 y €100 millones (Q512.1 y Q.853.5 millones)
En esta ocasión fue el Tribunal de Apelación de Lyon el que
reconoció la culpabilidad de la pareja, que trabajó para el pintor durante tres
lustros en su residencia del sur de Francia.
Con anterioridad, Le Guennec, que ahora tiene 80 años, y su
esposa, de 76, habían sido condenados en primera instancia en 2015 y en
Apelación en 2016. La pena fue anulada por el Supremo en 2018 lo que obligó a
repetir el juicio.
Los magistrados confirmaron hoy la pena por las 271 obras en
total, entre dibujos, litografías y collages, pintadas entre 1900 y 1930, que
tras 40 años ocultos en el garaje de la pareja, salieron a la luz cuando en
2010 el electricista acudió a uno de los herederos de Picasso para
autentificarlas.
Extrañado por el tesoro, Claude, hijo del pintor, presentó
una denuncia, no por robo, delito que ya había prescrito, sino por tenencia
ilícita. Los ancianos defendieron
en cada una de sus citas con los jueces que los cuadros les fueron entregados
por Picasso o por su viuda Jacqueline, en pago de fidelidad.
Aunque su testimonio sufrió algunas modificaciones, en su
última versión sostenían que Jacqueline le había entregado a Danielle varios
paquetes con obras a la muerte del artista, posiblemente para ocultaros del
legado, objeto de controversia entre los herederos.
Posteriormente, según el testimonio de la condenada, la viuda
le pidió que se los devolviera, pero le dijo que guardara uno de ellos, que
contenía el tesoro. Como prueba de su buena voluntad, los Le Guennec
indicaron ante los magistrados, que no vendieron durante cuatro decenios ningún
cuadro y, que cuando tenían intención de hacerlo, acudieron a la familia del
pintor.
Los herederos de Picasso, sin embargo, recelaron desde el
primer momento de esa versión porque el artista no solía regalar obras sueltas.
Además, se extrañaron del buen estado de conservación de las mismas pese a que,
como dijo la pareja, habían permanecido en un garaje, ocultos en una bolsa de
plástico durante 40 años.
Los ancianos solo lograron una victoria judicial, ante el
Supremo, que ordenó repetir el juicio al considerar que no se había demostrado
el origen fraudulento de las obras.
*EFE