Una leyenda transmitida de generación, en generación desde hace 200 años en Sacatepéquez, cuenta que cada 1 de noviembre, Día de los Santos, los espíritus malignos invadían los cementerios para interrumpir el descanso de las almas buenas, y estas salían a vagar, inquietas, por las calles y viviendas de los pueblos, lo cual asusta a la población.
Por estos acontecimientos, los habitantes de regiones como Sumpango y Santiago, del departamento citado, consultaron a los ancianos, y la solución que hallaron para que los espíritus se alejaran era hacer ruido mediante el choque del viento contra piezas de papel.
De ahí surge la idea de elaborar barriletes y elevarlos al cielo. Esta tradición refleja arte, y ha contribuido a incrementar el turismo cultural, por lo que otras localidades han comenzado a adoptarla, como el caso de San Andrés Semetabaj, Sololá, que empieza a ser el tercer referente de los festivales de papalotes gigantes en Guatemala.
En esta localidad se celebró por segundo año el festival, con el lago de Atitlán como fondo, maravillando a miles de visitantes nacionales y extranjeros.
Por Aldo Méndez