The Beautiful Ones, el relato en primera persona de “cómo Prince se convirtió en Prince” y de su manera de ver la vida y el arte, se publica hoy en su versión en español, a los tres años y medio del fallecimiento de una de las figuras más relevantes e influyentes de la música.
Valor
“Varias personas a las que amaba y admiraba estaban empezando a caer enfermas, lo que le había hecho consciente de su propia mortalidad. Ahora más que nunca comprendía el valor de contar su propia historia”, explica en The Beautiful Ones Dan Piepenbring, elegido por la estrella para ayudarle en la narración.
Entre fotos inéditas, diarios y apuntes íntimos, el libro arranca con una introducción elaborada por Piepenbring, quien se convirtió en el responsable de completarlo luego del inesperado fallecimiento del astro musical por una sobredosis de fentanilo.
A partir de las anotaciones y de documentos hallados en la residencia de Paisley Park, en Minnesota (EE. UU.), le llevó años concluir The Beautiful Ones (Reservoir Books), en un intento por cumplir la voluntad original de que sirviera como manual acerca del proceso creativo y la industria musical, e incluso como altavoz contra el racismo.
“La enormidad de su archivo nos dio esperanzas (…). Si incluíamos únicamente objetos suyos, sabríamos que teníamos algo auténtico entre manos. Solo las cosas que había guardado nos transmitían algo. La voz del libro podría ser la suya”, sentencia Piepenbring.
Más que memorias
Dividido en cuatro partes, la primera contiene el testimonio autobiográfico que dejó. “Cada nuevo curso escolar los niños y los maestros se burlaban de mi nombre, pero nunca me molestó porque era único. Nadie tenía como nombre de pila Prince. Excepto yo”, señala en sus divagaciones acerca de la singularidad.
“Muchos artistas caen por la madriguera de conejo de sus fantasías y no regresan nunca. Muchos han censurado esto como una forma de autodestrucción, pero yo prefiero el término libre albedrío. La vida es mejor vivida. El camino que uno toma lo aleja del resto. Aquellos a los que consideraban diferentes eran los que más nos interesaban”, destaca en el primer capítulo.
En el segundo, diarios y libretas de recortes descubren sus años de formación, justo antes de su primer disco. El ascenso hasta lo más alto es la materia sobre la que se construye el relato de la tercera parte, mientras que la cuarta se ha consignado expresamente a desgranar Purple Rain, tomada aquí como “la conclusión del proceso de crearse a sí mismo”.
Un buen tramo de la exploración radica en encontrar una fórmula para definir el funk. “De algún modo, la música funk era también el vehículo ideal para expresar su dilema. Prince era la viva imagen de la contradicción, la síntesis de su madre y de su padre. El funk funcionaba de la misma manera, fusionando impulso y estructura”, considera Piepenbring.
