La firma Schiaparelli desveló hoy en París su ambición por posicionarse como uno de los pesos pesados de la alta costura de París tras el arriesgado nombramiento del estadounidense Daniel Roseberry, que mostró su primera colección para la marca con la que apostó por romper con el pasado.
“No investigué demasiado en los archivos. Por supuesto todo el mundo conoce los íconos de Schiap, hasta en la jerga ha modernizado el nombre de la marca, pero para mí lo importante no eran las referencias, sino capturar lo que hoy sería su esencia”, dijo Roseberry tras el desfile.
Schiaparelli, fundada en 1937 por la diseñadora y musa italiana Elsa Schiaparelli, pero cerrada en 1954, volvió a las pasarelas en 2014 tras ser comprada por el empresario italiano Diego Della Valle, presidente de la compañía italiana de artículos de cuero Tod’s. El diseñador elegido por la compañía para dirigir los primeros años de esta resurrección, el francés Bertrand Guyon, no logró imponerse en un diseño de referencias continuas a los archivos de la italiana.
El desconocido Roseberry, que durante 10 años trabajó a la sombra del diseñador estadounidense Thom Browne, ha tenido únicamente dos meses para concebir la colección que se vio hoy en la pasarela y su intención parece ser la contraria a la que tuvo Guyon.
Sobre la pasarela, nada de candados ni estampados astrales o los corazones que Guyon había recuperado en los últimos años. Elsa Schiaparelli, conocida por sus estrechos vínculos con el movimiento surrealista, solía dibujarlos e incluirlos en sus prendas, pero Roseberry no ha querido recurrir a lo evidente.
La inspiración surrealista fue sin embargo visible: dividida en tres partes, mañana, noche y sueño, la colección fue moderna y elegante, pero a la vez alocada, con un punto de reconocido feísmo en bermudas de ciclistas de color piel, capuchas de cristales y corsés.
Un top en color azafrán de seda sobredimensionado con bordes deshilachados acompaña un pantalón de media bordado con 80 mil cristales; un vestido drapeado de seda negro con capas y organza se lleva sobre un body de terciopelo de seda negro; una falda de seda se convierte en un enorme halo en torno a la modelo.
Porque la alta costura “no es práctica, ni lógica ni imitable”, como recordó Roseberry, que recurrió a colores llamativos para cerrar la pasarela, como el amarillo, el rosa fucsia y el naranja.
“He trabajado en esta colección solo dos meses, es muy intuitiva, muy cruda y muy alegre. Ahora quiero celebrar la fantasía de la moda y tocar el tipo de mundo que Elsa creó”, dijo el diseñador.
*EFE