Solo duraron 15 minutos pero, cambiaron el cine. Mañana se cumplen 90 años de los primeros Óscar, unos premios que, mucho antes de convertirse en el acontecimiento mundial de la gran pantalla y la moda que son ahora, comenzaron como una gala de lo más discreta y sencilla.
El 16 de mayo de 1929 tuvo lugar en Los Ángeles (EE.UU.) la primera entrega de los premios de la Academia de Hollywood, unos reconocimientos a los que la industria cinematográfica, con apenas unas décadas de vida, llegó en pañales.
Por ejemplo, la institución que cada año organiza la gala se había fundado solo dos años antes. La entrega de las estatuillas, todavía sin el nombre de Óscar, pero ya con una forma muy parecida a la actual, se realizó como parte de una cena de la Academia.
Pero a diferencia de las larguísimas galas de los últimos años, un suplicio para muchos seguidores y un dolor de cabeza para los encargados de retransmitirla en televisión, los primeros Óscar solo duraron un cuarto de hora. Esa extrema brevedad y concisión tuvo que ver con que los ganadores de las 12 categorías se conocieron tres meses antes, por lo que la ceremonia fue una simple formalidad.
A esa cena asistieron 270 personas que pagaron US $5 de entrada y que se desarrolló en el Hollywood Roosevelt Hotel, un clásico de Los Ángeles situado en un Hollywood Boulevard que hasta tres décadas después no vería el nacimiento del Paseo de la Fama y de las estrellas instaladas en el suelo de esa misma calle.
Lenguado salteado, pollo asado y consomé formaron parte del menú de la velada, según el libro 85 Years of the Oscar (2013), de Robert Osborne. Douglas Fairbanks, el primer presidente de la Academia, presentó las 12 categorías.
William C. deMille bromeó sobre la dificultad de elegir a los ganadores: “Es un poco como preguntarse ‘¿Este hombre juega a las damas mejor que ese otro juega al ajedrez?’”.
Wings se llevó la primera estatuilla a la mejor película, mientras que Emil Jannings por The Last Command y Janet Gaynor por 7th Heaven triunfaron como mejor actor y mejor actriz, respectivamente.
Gaynor lo tuvo fácil: de las cinco candidaturas a mejor actriz, tres llevaban su nombre por las cintas 7th Heaven, Street Angel y Sunrise. Esta circunstancia, ahora prohibida por las reglas, no fue la única rareza de la primera gala, ya que hubo dos premios a la mejor dirección: uno de comedia (Lewis Milestone por Two Arabian Knights) y otro de drama (Frank Borzage por 7th Heaven).
Además, The Circus, de Charles Chaplin, y The Jazz Singer, la primera película sonora, recibieron dos Óscar especiales. Salvo The Jazz Singer y su singular reconocimiento, el resto de cintas premiadas fueron mudas.
Y a diferencia del descomunal espectáculo mediático que son ahora, los primeros Óscar fueron los únicos no retransmitidos ni por radio ni por televisión.
Años después, Janet Gaynor recordaba así cómo fueron esos primeros Óscar.
“Por supuesto, estaba encantada (…). Pero siendo el primer año, la Academia no tenía antecedentes o tradición y, naturalmente, no supuso lo que ha llegado a suponer (…). Pero todavía recuerdo esa noche como una muy especial, una velada acogedora y un salón lleno de gente importante y buenos amigos”, comentó Gaynor.
No obstante, admitió que el premio que obtuvo fue algo secundario: lo más importante para ella ese día fue poder conocer en persona a Douglas Fairbanks.
Con el paso del tiempo, los Óscar se convirtieron en la gran fiesta del cine y el mayor escaparate del glamour y el estrellato de Hollywood.
En 1953, la entrega de los Óscar se retransmitió por primera vez por televisión y en 1961 comenzó la tradición de la alfombra roja previa a la ceremonia.
Con miles de aspirantes a estrellas ensayando en secreto sus discursos de agradecimiento por premios imaginarios, la alfombra roja consagrada como un punto ineludible para la moda, y las redes sociales escrutando cada segundo de las últimas ceremonias, los Óscar siguen siendo en la actualidad un hogar para las esperanzas y las ilusiones en Hollywood.
Pero además de acoger lágrimas de felicidad y gritos de alegría también han sido protagonistas de algunos descalabros como el todavía inexplicable error de 2017 que dio a La La Land el premio a la mejor película que correspondía a Moonlight, un ejemplo de que los Óscar son un refugio para los infinitos sueños del cine donde, a veces, también se cuelan algunas pesadillas.
*EFE