Nicaragua cumplió ayer un año de su peor crisis sociopolítica, sin encontrar una salida mediante el diálogo que, hasta ahora, más que acuerdos sustantivos, ha develado una marcada diferencia sobre conceptos de justicia y democracia.
Durante este tiempo el país ha tratado de superar la crisis, primero con un diálogo mediado por los obispos, que fracasó; y ahora, con una negociación que tiene como testigos al Vaticano y la Organización de Estados Americanos, que tampoco ha dejado consensos en temas clave.
El Gobierno y una alianza opositora han dejado en evidencia sus diferencias, tan extremas que han imposibilitado alcanzar un acuerdo que ponga fin a la crisis que ha dejado cientos de muertos y de detenidos, miles en el exilio, y una economía en caída libre.
“Creemos que hay un problema político muy grande”, dijo el eurodiputado Ramón Jáuregui, quien encabezó en enero pasado una delegación del Parlamento Europeo a Nicaragua.
Explicó: “Hay una comunidad sandinista con su legítimo derecho a sentirse parte de ese partido. Pero hay otra Nicaragua que quiere libertad”. Managua, EFE
