Cincuenta años después de anticiparlo en una de sus más célebres composiciones, Cuando un amigo se va, el árbol de Alberto Cortez (Rancul, Argentina, 1940) cayó en “un terreno baldío”. Su muerte, acaecida ayer a los 79 años, deja tras de sí una sólida obra internacional en la que música y poesía se fusionaron.
Grandes letras
El escenario era el lugar donde “más feliz” se sentía, como recogió en La vida, biografía de no menos de 500 páginas escrita por Laura Etcheverry, en la que relató que compuso su primera canción a los 12 años, Un cigarrillo, la lluvia y tú, cuando descubrió el erotismo.
Me lo dijo Pérez, El abuelo, Mi árbol y yo, Distancia o Te llegará una rosa, son algunas piezas que aportó a la música latinoamericana, aunque, sin duda, una de las más importantes fue Cuando un amigo se va, escrita a raíz de la partida de su padre y que se convirtió en una pieza imprescindible de numerosos funerales.
El espíritu de exaltación de la amistad que emanaba esta composición marcó también su trayectoria, muy prolífica en colaboraciones sinceras. Entre las más relevantes destacan los cuatro discos que grabó con el músico y filósofo Facundo Cabral, muy cercano, por lo que su asesinato, en Guatemala, representó un duro impacto.
“Su muerte significó la muerte de todos los cantantes del mundo”, dijo en ese entonces.
Complicaciones
Cortez fue ingresado de urgencia el 27 de marzo en el Hospital Universitario HM Puerta del Sur, en la localidad madrileña de Móstoles (España), a causa de úlceras gástricas, situación que se complicó con distintas infecciones, hasta provocarle su fallecimiento. • EFE.