Érase una vez el cuento de dos equipos cuyo ser estaba concebido para marcar goles, preparados a atacar y con la portería como único objetivo, dos equipos llamados Liverpool y Bayern de Munich, a los que un duelo en Europa los condenó a tener miedo a buscar el gol y encontrar una victoria que se perdió en las gradas de Anfield (0-0).
La condición de eliminatoria a ida y vuelta en estos octavos de final maniató a ingleses y alemanes y les ayudó, especialmente a los bávaros, a especular con un resultado que lo deja todo abierto para el duelo en Múnich. Jürgen Klopp se llevó la victoria particular de no recibir en casa y Niko Kovac la de que su rival no sacara ventaja de Anfield. Al final, todos, más o menos, contentos. Kovac avisó en la entrevista previa al partido de que lo que más ansiaba era evitar un arrollamiento red en los primeros veinte minutos y su equipo respondió poniendo el ritmo del encuentro.
Los alemanes templaron la temperatura del encuentro y controlaron la salida de ambos conjuntos, llevando el encuentro a un terreno muy alejado de la locura que se vivió aquí en otras eliminatorias, con la retina aún puesta en aquel 3-0 que el Liverpool le endosó al Manchester City la temporada pasada.
En la vuelta, el 13 de marzo, ya no podrá existir ese miedo a ganar. Ya no le quedará otra a Bayern y Liverpool, 2 equipos condenados al gol y castigados esta vez con el empate. EFE