Si se necesita un milagro para aliviar una pena o salvar una vida, los católicos guatemaltecos acuden, casi siempre, a ponerle velas o candelas al Cristo Negro de Esquipulas y elevar una oración. Hoy es el día en que los peregrinos saldan sus deudas y acuden a visitar la imagen de este Cristo
crucificado que se atribuye al portugués Quirio Cataño, tallada en 1594, que fue colocada en una ermita en marzo de 1595 para que los peregrinos acudieran a adorarlo.
El municipio chiquimulteco de Esquipulas, que durante la colonia era un pueblo dedicado al cultivo de algodón, se convirtió en la capital de la fe católica de Centroamérica: todo el año llegan peregrinos, especialmente el 15 de enero, cuando el pueblo recibe a no menos de 70 mil visitantes que colman las calles en su afán de visitar la imagen que tantos milagros ha concedido.
Para atender la seguridad de los visitantes, poner orden en el tránsito de vehículos y cuidar del orden de aquella ciudad oriental, la Policía Nacional Civil (PNC), el Instituto Guatemalteco de Turismo (Inguat) y los cuerpos de rescate prepararon un plan de contingencia.
Desde el 7 de enero, la PNC ha dispuesto de 260 agentes para brindar seguridad. Cuentan con el apoyo de la municipalidad local y de las autoridades de la basílica, para juntos hacer frente a las romerías que llegan durante la primera quincena del año.
Las romerías de fieles devotos comenzaron desde que llegó la imagen del Cristo Negro. La iglesia daba dispensas y bulas especiales a los que llegaran hasta aquella población, donde en 1740 se comezó a construir el gran templo blanco con cuatro campanarios para albergar al Cristo y las otras tres imágenes (Santa María, María Magdalena y Santiago) que componen el grupo escultórico.
Las peregrinaciones llegan incluso desde México y Panamá. Decenas de buses se parquean en la entrada del pueblo, miles de personas hacen el camino a pie, otros a caballo y no faltan las caravanas de ciclistas y motociclistas. Los más osados hacen el tramo final de rodillas o arrastrados, según sea la promesa dada al Gran Cristo Negro.