Y al final, todo se redujo a un partido de futbol; a una disputa sobre un campo de juego. Con toda la épica que requiere la definición de un título, pero sin más que festejar o lamentar que la Copa Libertadores.
Un mes de final, con aquel primer episodio en la Bombonera, del que parece ya hace un siglo, que dio para un primer aplazamiento por un diluvio, y otro más por el vergonzante episodio camino del Monumental, cuando fue atacado el autobús de Boca Juniors.
La final del siglo, la que más expectación ha creado en todo el mundo, la que pasó por ser también la más larga del orbe o la Copa Conquistadores y “el título de la vergüenza”, por trasladarla a Madrid, dejó imágenes de amistad entre aficiones antes del choque y un buen comportamiento en las gradas dentro del estadio.
No fue más que “la más importante de las cosas menos importantes”, como aseguraba a Efe hace poco más de un mes Andrés Calamaro.
Una montaña rusa de emociones que llevó del éxtasis al llanto al fondo sur del Bernabéu y, posteriormente, al norte. Los xeneizes lloraron de alegría cuando marcó Benedetto, maldijeron la expulsión de Wilmar Barrios y descendieron al averno cuando marcó Quintero.
Victoria irrepetible
Sufre un paro rumbo al estadio
“El Samur ha revertido una emergencia por un paro cardiorrespiratorio de un aficionado de 68 años, que se dirigía al Bernabéu a ver la final de la Copa Libertadores, hecho ocurrido en la calle Padre Damián. Trasladado en estado crítico a La Paz”, informó la entidad de asistencia.