Sus grandes y fascinantes ojos, su imagen extravagante y su fuerte carácter hicieron de la poeta mexicana Pita Amor un personaje que eclipsó su propia obra literaria. Hoy, cuando se conmemora el centenario de su nacimiento, el autor Michael K. Schuessler rescata el valor de su trabajo.
Justicia a su literatura
Michael K. Schuessler, autor de la biografía Pita Amor. La undécima musa, comenta que a la poeta (1918-2000) la gente sí la recuerda, pero como una señora excéntrica, y a veces violenta, que deambulaba por la Zona Rosa (Ciudad de México). Aunque, agrega, quienes la critican desconocen sus libros.
El escritor argumenta que es hora de que alguna editorial se lance a publicar sus obras completas, en las que destacan Yo soy mi casa (1946) y Polvo (1949), para hacer justicia a su literatura: “Si hacemos memoria, después de Sor Juana (1648-1695) ¿quién fue la poetisa más aclamada en México; la más famosa, la más leída? Fue Guadalupe Amor”. Asegura, además, que Pita abrió camino para las mujeres escritoras de las siguientes generaciones.
Mística
El poeta Salvador Novo fue quien la bautizó como “la undécima musa”, en referencia a que Sor Juana Inés de la Cruz fue conocida como la “décima musa”. Sin embargo, Amor rechazó el vínculo, por considerarse aún más mística que la religiosa.
En sus versos, la mexicana transmitió inquietudes, como la búsqueda de Dios o el significado de la vida y la muerte. Por abordar esas cuestiones incluso, apunta Schuessler, se le llegó a comparar con Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
Pita vivió una tragedia que marcó hondamente su vida personal y su obra: la muerte de su hijo Manuel, quien se ahogó cuando solo tenía un año. Al incidente le siguió un largo silencio creativo, luego del cual perdió el ritmo y el contenido. Su poesía no era igual, ya no tenía esos aspectos místicos.
A la eternidad ya sentenciada
Amor tenía un carácter complicado, y ella era consciente de ello. Lo demostró con su Letanía de mis defectos, escrita en 1987, en la que se calificaba como vanidosa, déspota, ingrata, soberbia, fría, perversa y ególatra, entre otros adjetivos.
Como ave fénix, su figura comenzó a resurgir a finales de la década de 1990 y a principios del siglo XXI, gracias a un programa televisivo cómico en que aparecía un personaje inspirado en ella. Con esto regresó a la mentalidad de los mexicanos, a lo que también ayudó el empuje que recibió por parte de la comunidad LGBT.
“Soy histérica, loca, desquiciada; pero a la eternidad ya sentenciada”, escribió Amor. Y aunque no sea eterna, todos aquellos que la conocieron guardan una imagen específica de la poeta, incluyendo a Schuessler, quien tiene su recuerdo particular: el de una Pita que, como ella le decía a él, fue “una majadera”.