Las ciudades que albergan millones de personas son una especie de milagro diario, pues todos los días, con lluvia o con sol, con tranquilidad o con zozobra, los servicios que la nutren deben llegar. Por sus arterias, el transporte no para de transitar desgastando el asfalto, y debajo de este corren por tuberías las aguas buenas y las aguas negras. Los desechos salen todos los días de cada casa, y la iluminación que ayuda a dar seguridad, también es un asunto que la ciudad debe atender todos los días de la vida, sin excusa y sin pretexto.
Esta ciudad de la Nueva Guatemala de la Asunción ha sido administrada desde el Palacio Municipal, obra de los arquitectos Pelayo Llarena y Roberto Aycinena, desde donde Álvaro Arzú contribuyó a que el milagro diario de la ciudad adquiriera modernidad, orden y disciplina.
Arzú comenzó a dirigir la Alcaldía capitalina en 1986, y lo hizo en 4 períodos más. Diez años después gobernó el país hasta entrar en el nuevo milenio, que fueron los años en los que se ordenó la nación de otra manera, quizás pensando en los nuevos tiempos y en el tiempo de la Paz, pues fue él quien sentó a comandantes de ambos bandos para que firmaran el Acuerdo de Paz Firme y Duradera. De carácter fuerte e ideas firmes, consiguió que los diferentes sectores del país trabajaran por un proyecto de nación sin guerra interna.
Su primer trabajo de servicio al Estado fue como director del Instituto Guatemalteco de Turismo, sector que conocía bien por haber sido empresario de la industria sin chimeneas, y que dio como resultado romper con los récords de visitantes en el país, después de hacer innovaciones en la promoción del país por todo el mundo.
Murió siendo alcalde de esta ciudad que llenó de flores y de servicios. El cariño por él fue manifiesto al paso de su féretro por las calles de esta su ciudad y de la ciudad de Antigua. Rosas blancas le fueron puestas por mujeres llorosas que recordaban sus bondades, desde los albergues para niños y jóvenes hasta las escuelas de artes donde se han cultivado tantos nuevos talentos.
Seguro que su figura hará falta en momentos claves de esta ciudad: para las carreras 10K y 21K, para compartir tamal y ponche con sus vecinos en la Navidad, y para enfrentar los problemas como solo él lo hacía. Hará mucha falta su presencia, pero su espíritu ha quedado en su Muni.