Muchas veces escucho a las personas decir: “Eso es solo puro ruido”. Y, de cierta manera, no puedo dejar de darles la razón. Sí, lo es, pero no cualquier ruido. ¿Se han puesto a pensar en la hermosura del ruido alguna vez? Sé que es un concepto un poco difícil de asimilar, mas yo encuentro mucha belleza en ciertas resonancias.
La sonoridad de algunas bandas es capaz de hacer que su música literalmente me erice la piel, y uno de los mejores ejemplos para eso es la banda alemana de experimental noise The Lost Rivers. Si el nihilismo de Nietzsche tuviera melodía, este trío comandado por Phil Wolkendorf sería un digno embajador de semejante honor, con toda la pompa que ese título amerita.
El álbum Sin and Lostness es la esencia del terrorismo sónico. Imaginen un cielo completamente gris y nublado, en el que solo escuchan el sonido de los motores de la Luftwaffe sobrevolando la ciudad. Sin ninguna clase de aviso, miles de bombas caen y explotan sobre ustedes sin dar tregua. Los aullidos de las personas son acompañados por canciones como Death Drive, mientras corren en busca de refugio. El bajo de Hell Pilot es una ráfaga inmisericorde de notas, como si se tratara de una Maschinegewehr 42, que vomita balas a diestra y siniestra y deja un rastro de cuerpos inertes en la tierra. Estos son rematados por tiros de gracia cortesía de los riffs que salen de la guitarra de Wolkendorf.
Los que habíamos escuchado el EP My Beatific Vision, sabíamos que ese era el sonido de las cosas por venir. Era como el anunciamiento de la Segunda Guerra Mundial o los pelotones nazis a punto de entrar en la ciudad. The Lost Rivers posee una sonoridad que definitivamente no es para los que se asustan con facilidad, para los que caminan por las calles volteando la vista a cada segundo presas del pánico.
Sin and Lostness es un disco cargado de navajas, sin perder jamás su calidad. Estos músicos entienden perfectamente lo que hacen. No son secuencias sonoras al azar, pero se necesita un momento antes para inhalar y exhalar, y luego atreverse a presionar con el dedo índice el botón de play. Un acto tan sencillo y tan banal para muchos, mas no cuando se trata de música como la de The Lost Rivers. Hay que meditarlo porque les aseguro que es un viaje sonoro sin retorno, uno que no se detiene.
Puedo advertirles que la única forma de bajarse es teniendo el valor de saltar sin la certeza de saber si van a sobrevivir. Solo escuchen la canción Mirrors y sabrán de qué diablos estoy hablando.
No esperen salir limpios y sin rasguños. ¿O es que acaso pensaron que lo bueno no viene sin un poco de sangre de por medio?
Escuche: Death Drive, All Dead (For the Last 24 Miles), Cinnamon, Mirrors y Fail.