El 15 de septiembre se publicó El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo, publicación conjunta de 5 organizaciones de las Naciones Unidas, incluida la FAO. El estudio presenta resultados y análisis, pero el mensaje es: tras una larga tendencia a la baja en los niveles de hambre en el mundo, estamos en retroceso.
Se estima que 815 millones de personas sufren hoy hambre, lo que corresponde a un aumento de 38 millones respecto del año anterior. Este es un retroceso inaceptable, en especial si recordamos que hace solo 2 años, los países del mundo asumieron una meta central de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: eliminar el hambre del planeta al 2030.
Complementando el anterior informe, FAO y la Organización Panamericana de la Salud, han publicado el Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2017. El mensaje central es el mismo: también la región está perdiendo terreno en la batalla contra el hambre.En total, 43 millones de personas en América Latina y el Caribe sufren el flagelo del hambre. En 7 países, más del 15 por ciento de la población está en esta condición: Antigua y Barbuda, Bolivia, Granada, Guatemala, Haití, Nicaragua y Santa Lucía.
Si proyectamos sin cambios las tasas recientes de reducción del hambre, solo 8 países alcanzarán la meta de Hambre Cero en 2030: Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Jamaica, México, Trinidad y Tobago y Uruguay. Es decir, hay que hacer un mayor y mejor esfuerzo para llegar a la meta comprometida.
Dadas las tendencias, ¿cuáles deben ser las estrategias para que en 2030 podamos declarar que América Latina y el Caribe están libres de hambre, como lo comprometieron los líderes políticos?
En países como Guatemala o Haití, que cuentan con alto porcentaje de su población con hambre, es necesario desplegar una estrategia amplia y transversal. El Plan de Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Celac o la Iniciativa Mesoamérica sin Hambre, contienen propuestas basadas en las mejores y más exitosas experiencias regionales. Estos países, requieren de la cooperación internacional, la que para ser fructífera, debe ser acompañada de una voluntad política nacional fuerte y de largo plazo, superando la lógica humanitaria y amarrando la reducción del hambre a la promoción del desarrollo sostenible.
*Con colaboración de Pablo Aguirre.