El caso de los ataques a la salud padecidos por diplomáticos norteamericanos en La Habana hace tambalear un acercamiento diplomático ya socavado por el endurecimiento impuesto por el presidente Donald Trump.
Frente a las rejas de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, donde las actividades consulares fueron suspendidas por tiempo indefinido desde la semana pasada, pequeños grupos de cubanos que optan por visas esperan largas horas para conocer cuál será su suerte.
El martes, La Habana lamentó el deterioro presente y, probablemente, futuro de las relaciones bilaterales, como consecuencia de este tema. Christopher Sabatini, de la Universidad de Columbia, Nueva York, se declaró sorprendido por la decisión, que no tiene una lógica.
Paul Webster, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Boston, expresó: “La era del compromiso constructivo ha sido reemplazada por otra fase, en la que el Gobierno cubano es visto como hostil”.
Detalle
Washington se ha abstenido, por ahora, de acusarlo directamente, y La Habana es considerada responsable de la seguridad de estos diplomáticos.
El canciller cubano Bruno Rodríguez instó a Washington a no politizar este asunto, ya que puede ocasionar una escalada indeseada y enrarecer las relaciones entre ambos países.
“El episodio, escapado de los libros de la guerra fría, alerta sobre cuán frágil son los avances logrados bajo la administración Obama en el camino de la normalización diplomática entre Cuba y Estados Unidos”, advirtió el experto cubano Arturo López-Levy, profesor en la Universidad de Texas Valle del Río Grande.
El académico cubano Esteban Morales considera que estas decisiones “van a complicar todo el proceso migratorio” entre los dos países, con consecuencias inevitables sobre la reunificación
familiar.
