A veces a mi urbe la escucho como una banda sonora lúgubre. Basta, por ejemplo, estar hasta tres horas metido en un auto en el tráfico, y ver cómo la vida se te esfuma poco a poco. Ese es mi día a día como el de muchos otros aquí. Peleo con eso, pero pareciera ser una batalla perdida en la ciudad del futuro. Mi única opción es una buena selección musical para hacer de ese infierno algo plácido.
No hace mucho me encontraba de camino a casa en el automóvil de un amigo. Mientras nuestras vidas se detenían en una larga pausa de luces rojas y con un clima en el que el mismo Tláloc desataba toda su furia contra nosotros, revisitábamos a la banda danesa Tales Of Murder and Dust. Las contundentes melodías de su álbum The Flow In Between llenaban el habitáculo del carro a la vez que sus ondas sonoras de oscura neo-psicodelia y shoegazing de una manera extraña empezaron a darle sentido a mi martirio. Y, no es que sea un masoquista, pero si voy a recibir dolor al menos que sea un poco placentero.
Esa noche lluviosa, la música de Tales Of Murder and Dust sin quererlo (o tal vez sí) orquestó una cadencia musical que por alguna razón hacía que todas las imágenes que se movían en cámara lenta cerca de mí fluyeran. No sé cómo explicarlo, pero así fue.
Los vehículos llenos de gente desesperada (como yo) tratando de llegar a sus casas, luego de extensas jornadas de trabajo; los rostros hastiados de la rutina pegados a los vidrios empañados de las camionetas; los motoristas/kamikazes zumbando entre los carros, adivinando cuál de todos sería el próximo en sacar un arma frente a mí o del conductor a mi lado. La armonía seguía sonando por entre las bocinas y mi amigo y yo no decíamos una palabra.
The Devil is a poet sonaba y el título de la canción no podía ser mejor alusión a esta metrópoli. En días como ese es justamente lo que creo que es: un poema escrito por el Diablo. Tales Of Murder and Dust supo exactamente el sentimiento que me corroía en la sangre. Pocas bandas tienen el talento de filtrar todas esas sensaciones en el momento justo.
Amo cuando la música nos regala una experiencia en el instante preciso. Eso fue lo que sentí esa noche a lo largo de todo el bulevar Los Próceres. En esa larga procesión, que no sabía si era de vivos o muertos, sean buenas o malas esas vivencias, agradezco que existan grupos como Tales Of Murder and Dust para acompañarlas. Fueron largas horas para llegar a casa y en mi habitación a oscuras frente a mi almohada solo deseaba que mis huesos y músculos adoloridos se convirtieran en polvo y que alguien los soplara muy lejos de este lugar.
Escuche: Tidal Waves, The Devil Is A Poet, Sisters y Endless Repetition en spoti.fi/2xSmsUB.
