Por: Jessica Masaya Portocarrero
Nada más satisfactorio que escribir mucho, con frenesí casi, y luego volver sobre esas líneas y descubrir que te encantan aunque necesiten una edición más minuciosa o revisión de datos.
Pero hay ocasiones, muchas más que las anteriores, en que regresas a lo que escribiste y, qué decepción, no se parece en nada a lo que habías concebido. Es un momento duro de autocrítica decir “todo se va a la basura”, y muy probablemente haya que volver a empezar.
A veces cuesta más, quizá por las altas expectativas que se tenía. A veces no es la idea la que falló, sino la ejecución. A veces esta última es magistral, pero la idea es floja y nada original. Claro, puede pasar que ambas cosas hayan fallado y, entonces, no tenemos nada.
Esto le ha pasado a todos los escritores que han pisado la tierra, hasta los más reconocidos y aclamados. ¿Por qué no iba a pasarnos a nosotros? Es más, quizá es necesario fallar para sacar de la cabeza ideas que hacen “ruido” y dejar espacio a otras más estimulantes.
Yo estaba empeñada en terminar lo que sería mi primera novela, había entrado en una especie de trance y escribí con furor por semanas. En esos momentos no estaba pensando mucho en la calidad, solo estaba sacando de mi ser algo que necesitaba tomar forma de historia.
Me di cuenta que era una especie de exorcismo para ahuyentar, al fin, a cierto demonio que llevaba sobre la espalda ya por dos décadas, como un tumor que crecía. Al fin lo vi a los ojos e intenté conjurarlo. En si misma fue una gran experiencia.
Ya solo faltaba el final, la resolución. Meditando estaba acerca de cómo cerrar la historia cuando el disco duro de mi computadora se arruinó y con él todos mis archivos. Me siento hasta apenada al tratar de explicar lo que esto me dolió, perder fotos, videos y cientos de textos, entre ellos mi novela, fue devastador.
De eso ya pasaron no menos de cuatro meses y todavía estoy tratando de recuperarme. De la novela me quedó la tercera parte, gracias a un correo electrónico que mandé, pero nada del doloroso pasaje del exorcismo. Es como si el demonio se resistiera a irse. Este tiempo sin mi obra me ha servido para meditar si me gustaba o no cómo iba, solo basándome en lo que recuerdo.
Solo recientemente, luego de hacer muchos berrinches y hasta terapia, he podido hacer las paces con la situación diciéndome que quizá no era la mejor versión de lo que quería decir. Puedo hacerlo otra vez, todo está en mi cabeza y puede volver a salir. Deséenme suerte.