Las fiestas de la ciudad deben ser vistas como actos culturales y sociales que fortalezcan los lazos de convivencia entre sus habitantes.
Llegado agosto siempre se hace necesario hacer algunas reflexiones de carácter histórico con respecto a los aspectos culturales que la colectividad citadina mantiene vigentes en el siglo XXI. La actual capital de la República, la ciudad de Guatemala, cuyo nombre oficial es Nueva Guatemala de la Asunción, es un conglomerado urbano surgido de los múltiples efectos naturales que el país enfrenta desde el siglo XVI. Debido a los efectos legales de las cédulas reales que fijaron su nombre, su traslado, la continuidad de sus patronos y prerrogativas, se puede afirmar que como tal, la ciudad cumplirá 500 años en el 2024.
Respecto a sus fiestas, medulares para entender su cultura y sus expresiones tradicionales hay que recordar que la ciudad fue fundada en el día de Santiago apóstol, patrón de España y por ende patrón de la ciudad. Luego, es de recordar la figura del protector de la ciudad, Jesús Nazareno de la Merced, jurado por el Ayuntamiento en 1721 y que recientemente el 5 de agosto cumplió 300 años de haber sido consagrado, en la primera ceremonia de ese tipo realizada a una escultura en el suelo guatemalteco, esta fiesta trae siempre a colación la relación entre la imagen y la ciudad. Por último, y mucho más conocida, la feria patronal de la ciudad capital se desarrolla alrededor de la figura de María elevada al cielo, la Asunción, fiel expresión del origen cristiano y colonial de las fundaciones urbanas de la época de dominación española. Su realización a través de los siglos, y la importancia que se ha luchado por devolverle, constituye más que un acto religioso, un acto cultural y social que busca fortalecer los lazos de convivencia entre los habitantes de la urbe más grande de Centroamérica; lejos de menospreciar su origen, es conveniente que se construyan puentes que enlacen la información existente con la educación de los capitalinos, para que con el fin de crear un sentido de identidad y pertenencia, las fiestas citadinas se constituyan en baluartes de la cultura, el arte y la tradición que identifiquen y construyan una sociedad más consciente de su rico pasado, problemas del presente y retos del futuro.